La clave

Su turno, alcaldesa

Ada Colau, durante el pleno sobre la adhesión de Barcelona a la AMI, este lunes.

Ada Colau, durante el pleno sobre la adhesión de Barcelona a la AMI, este lunes. / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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El activo político de Ada Colau ha salido incólume del 27-S. Tres motivaciones convencieron a la alcaldesa de que era mejor que su plataforma, Barcelona en Comú, se mantuviera al margen de la batalla seudoplebiscitaria de las autonómicas. La primera fue la necesidad de buscar alianzas en el consistorio que den estabilidad al equipo de gobierno, propósito poco compatible con que Colau se implicase en la refriega electoral en abierta confrontación con sus potenciales socios de ERC PSC. La segunda fueron los recelos en torno al proyecto Catalunya Sí que es pot, alumbrado al calor del triunfo municipal de Barcelona en Comú pero concebido como una suma de siglas, no como un movimiento cívico fruto del activismo. Y la tercera..., la tercera la desvelaremos al final de este artículo.

La negativa de Colau a respaldar al poco conocido Lluís Rabell y la decisión de algunos de sus ediles de anunciar su voto favorable a la CUP tuvo una nítida traducción en el recuento del 27-S: la candidatura anticapitalista ha sumado 36.000 votos más que en las municipales, y Catalunya Sí que es Pot, 91.000 menos que Barcelona en comú. Ese es el diferencial de papeletas que Colau es capaz de arrastrar a las urnas.

Validado su acierto estratégico, a la alcaldesa le ha llegado la hora de mover ficha. Es su turno. Con la investidura de Artur Mas enredada, Colau dispone de margen para configurar junto a ERC y PSC una mayoría transversal de gobierno que estabilice el ayuntamiento y rompa de paso la división frentista que se empieza a atisbar en el Parlament. A los republicanos les conviene tejer acuerdos al margen de Junts pel Sí, y los socialistas, tras frenar la sangría de votos, necesitan gestionar áreas de poder para recobrar la centralidad perdida.

La izquierda ante el 20-D

A Colau se le presenta ahora la oportunidad de articular una candidatura catalana de izquierdas que, en solitario o con Podemos en su seno, enarbole en las generales del 20-D la urgencia de derrotar a la derecha española. Lista que, en ausencia de la CUP, podría aglutinar un amplio espectro de la izquierda alternativa, incluida la independentista. He aquí la tercera clave.