LA CLAVE

Turistas y criminales en el Raval

Los vecinos del Raval asocian los problemas de los narcopisos con la especulación inmobiliaria y la gentrificación

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Olga Grau

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Para los vecinos del Raval turistas y criminales son dos lados de una misma moneda. Viven acongojados entre la gentrificación, término acuñado por la socióloga Ruth Glass en 1964 para describir la expulsión y sustitución de los pobres autóctonos de los Docklands londinenses por una nueva clase media, y por la violencia en sus formas más antiguas y diversas. La ocupación de pisos vacíos por parte de traficantes de heroína y cocaína que usan estos espacios para vender droga se ha convertido en un verdadero problema para los vecinos. Ahora han decidido salir a la calle a protestar hartos de ver en las puertas de sus casas a criminales que trafican y a adictos que acuden a pincharse.

Más de 60 viviendas han sido tomadas a la brava Más de 60 viviendasen los últimos meses ante la pasividad del Ayuntamiento de Barcelona y de los Mossos d’Esquadra. Los vecinos, con más o menos razón, denuncian que las ocupaciones se producen con impunidad porque detrás se esconden intenciones ocultas de propietarios de inmuebles que quieren expulsar a la gente del barrio para especular con las viviendas y recibir a más turistas. Habrá que investigar por qué esos pisos estaban vacíos. 

Pero lo que sí es cierto es que  cuando los conflictos no se gestionan, la gente saca sus propias conclusiones en base a sus percepciones. Y para ellos, esas conclusiones son su realidad. Así se empiezan a generar las corrientes de opinión que después se convierten simplemente en lo que piensa la gente de la calle.  

Barcelona ha vivido este verano episodios de ‘turismofobia’. Hasta que el yihadismo ha golpeado la capital catalana y de repente los barceloneses se han preguntado con cierta preocupación qué pasaría si dejan de venir los turistas.

Que ese laberinto de callejuelas situado en pleno casco antiguo tiene atractivo para el visitante, es una realidad. Como lo tienen la Barceloneta o el Born. Pero lo que convierte el turismo en algo incómodo para los vecinos no es ese callejear constante de visitantes, si no la falta de gestión de los problemas que les afectan en su día a día. Los vecinos no deberían salir a la calle cada día para seguir protestando sin que nadie les escuche mientras los turistas campan a sus anchas con sus palos ‘selfies’. De esa sodera nace la rabia.