Tuitonterías

Quizá ahora para derribar la arrogancia del poder, para descubrir sus carencias, sus histerias y su alienación, basta y sobra con Twitter

Un usuario de Twitter.

Un usuario de Twitter. / periodico

EMMA RIVEROLA

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«¿Este tipo no tiene nada mejor que hacer en su vida?», escribió Donal Trump en Twitter después de que el régimen de Kim Jong-un informara de que el lanzamiento de su primer misil intercontinental había sido un éxito. Los expertos aseguran que el proyectil tiene capacidad para alcanzar territorio estadounidense. Una broma, vaya. Tan, tan divertida que Trump no dudó en ridiculizar al dirigente norcoreano (que no es, precisamente, una hermanita de la caridad).

El domingo 1 de julio, Carles Puigdemont escribió en su twitter: «Han declarado el estado de amenaza. Con toque de queda incluido. Quietos, callados y en casa. Pero nos moveremos, hablaremos y saldremos a votar. ¡Democracia!». ¡Toma ya! Toque de queda declarado y yo con estos pelos. Hasta que no se demuestre lo contrario, lo único que comparten Trump y Puigdemont es una clara querencia por el flequillo… y por Twitter. ¿Son ellos una excepción? En absoluto. Cada día, personas de especial relevancia pública se dedican a desnudar sus pensamientos (o irreflexiones) en las redes.

Tuits incendiarios, estupideces supinas, conclusiones ridículas… Una bofetada de realidad que alimenta a los adeptos y horroriza a los juiciosos. Che Guevara lanzó la consigna de crear «uno, dos, tres Vietnam» contra la hegemonía y el expansionismo de EEUU. Quizá ahora, para derribar la arrogancia del poder, para descubrir sus carencias, sus histerias y su alienación, basta y sobra con Twitter.