CONSECUENCIAS DEL CAMBIO EN LA CASA BLANCA

Trump cierra, Xi abre

China ven en la política aislacionista del presidente electo de EEUU una oportunidad única para asentar su liderazgo internacional

El presidente chino, Xi Jinping, el lunes pasado, en un acto en el Museo Militar de Pekín.

El presidente chino, Xi Jinping, el lunes pasado, en un acto en el Museo Militar de Pekín.

GEORGINA HIGUERAS

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Al igual que utilizó los mandatos de George W. Bush (2001-2009), empeñado en la "guerra contra el terror", para afianzarse como gran potencia económica, China contempla la política aislacionista de Donald Trump como una oportunidad única para asentar su liderazgo internacional. Consciente de que el ascenso exige un entorno pacífico y de que una cosa es lo que se dice en campaña electoral y otra gobernar el primer país de la Tierra, el presidente Xi Jinping no ha entrado al trapo de las embestidas del presidente electo que, entre otras, acusó a China de robar empleos y de la "violación" de las fronteras de EEUU y la amenazó con imponer unos aranceles del 45% sobre sus productos. Con guante de seda, Xi Jinping se ha limitado a dejar claro que allá donde Trump cierra puertas, él las abre y que donde levanta muros, él construye puentes.

En plena incertidumbre mundial sobre la política del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Xi se presentó en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, en sus siglas en inglés) celebrada en noviembre en Lima, como el gran abanderado de la globalización, el comercio internacional y la cooperación para el desarrollo común. China apuesta por un "proceso de globalización más vigoroso, incluyente y sostenible para mejorar el bienestar de la gente de todo el mundo”, dijo Xi.

RESPUESTA AL CONTACTO CON TAIWÁN

“Nosotros no nos cerraremos, vamos a abrirnos más”, destacó el mandatario chino acaparando los focos de los 21 países presentes. Barack Obama, mientras tanto, trataba de pasar desapercibido y de calmar los ánimos de los que temen que un brusco cambio en la política norteamericana incida negativamente en la estabilidad y el comercio mundiales. Xi no se refirió directamente ni a Trump ni a lo que ha prometido que hará cuando ocupe la Casa Blanca, pero llamó a un “futuro compartido” e insistió en “crear juntos un porvenir más esplendido” y en que la “cooperación conduce a la prosperidad común”. Frente al rechazo de Trump del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económico (TPP), negociado por Obama excluyendo a Pekín,  funcionarios chinos promovieron en Lima uno más amplio que no excluye a EEUU denominado Área de Libre Comercio de Asia y Pacífico (FTAAP).

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Hasta ahora, Pekín solo se ha hecho eco una vez de las bravuconadas de Trump. Presentó una protesta formal después de que el presidente electo mantuviera una conversación telefónica con la presidenta taiwanesa. Tsai Ing-wen. “Hay que insistir en que solo existe una China y Taiwán forma parte inalienable del territorio chino”, señaló el comunicado. Es la primera vez que se produce un contacto de este tipo desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Pekín y Washington en 1979. El ministro de Exteriores Wang Yi quiso mantenerlo en un segundo plano y le restó importancia achacando a Taipei la responsabilidad de la conversación, pero se levantó tal revuelo en las redes sociales chinas que la censura hizo desaparecer toda referencia a esa llamada telefónica.

UN NACIONALISMO CONTROLADO

Xi, partidario de un rígido control de los medios de comunicación, es poco tolerante con los aludes informativos que originan las redes sociales, que su policía cibernética corta de raíz. El presidente chino no quiere interferencias populares en su política exterior y, aunque recurre con frecuencia a consignas nacionalistas, es contrario a manifestaciones nacionalistas incontroladas. Además, Pekín considera que en el campo de la información, al igual que en el de los derechos humanos, tendrá menos problemas con Trump de los que habría tenido con Hillary Clinton.

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El objetivo de Xi desde su ascenso a la secretaría general del Partido Comunista Chino (PCCh), en noviembre de 2012, no es otro que el “renacimiento de China”, el “volver a hacer de China una potencia”,  para lo que se apoya en tres pilares: la limpieza del PCCh, la reestructuración económica y la instauración de China como actor global. EEUU juega un papel fundamental en el segundo y tercer pilar y China no quiere ser el que los ponga en riesgo. Las economías de ambos países están fuertemente imbricadas y una guerra comercial tendría consecuencias catastróficas para ambos. Además, China entiende que su asentamiento como actor global pasa por sus reivindicaciones soberanistas en los mares del Este, incluida Taiwán, y del Sur de China, donde el reto a la decisión de EEUU de mantener la libre circulación en esas turbulentas aguas puede provocar un incidente y desatar un conflicto de dimensiones incalculables.