LA CLAVE
Tropezar con el mismo 'tocho'
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
Miguel Ángel Maestro terminaba su crónica sobre la participación de los lectores de EL PERIODICO en el debate sobre la nueva burbuja inmobiliaria con una brillante frase lapidaria: “Sí, hemos vuelto a tropezar con el mismo 'tocho'”. Sin duda es el mejor resumen del análisis que a lo largo de esta semana hemos leído en el diario sobre el tema en el que se han entremezclado las voces de los expertos, los ciudadanos y algunos políticos. Todos comparten la misma percepción aunque no todos tengan la misma responsabilidad. A diferencia de la sanidad o de la educación, el derecho a la vivienda en democracia ha seguido como durante el franquismo: en manos del mercado y de la caridad asistencial. Es uno de los principales puntos de divergencia entre España y el resto de Europa. En la mayoría de los países de nuestro entorno, la postguerra mundial impulsó una participación activa del sector público en el parque de viviendas de alquiler y un marco regulatorio que, sin menoscabar los derechos de los propietarios, defendió a los arrendatarios de sus impulsos especulativos. De manera que en el resto de Europa es habitual que los ayuntamientos sean el principal arrendador de los municipios y que los pisos de alquiler en el mercado libre estén en manos de inversores a largo plazo.
Franco utilizó la postguerra para subyugar a los españoles en lugar de para darles derechos. La vivienda quedó en manos del sector privado amigo del régimen. Los constructores sin escrúpulos coparon el mercado de alquiler porque las autoridades les permitieron especular con los terrenos rústicos en los arrabales de las grandes ciudades, edificar con materiales de mala calidad (recordemos el caso de la aluminosis en el Turó de la Peira de Barcelona) y descuidar el mantenimiento de los pisos. A cambio, se les obligó a contratos indefinidos con rentas limitadas. Y la democracia se limitó a 'liberalizar' ese mercado pervertido con la ‘ley Boyer’. Los años de crédito a bajo precio estimularon que las clases medias y bajas se fugaran del alquiler a la compra. La crisis lo puso en evidencia. Y ahora que salimos del hoyo volvemos a tropezar en el mismo 'tocho'.
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