La clave

El triplete, los padres, los hijos

IOSU DE LA TORRE

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Luis Suárez marcó el 1-2 y las paredes y el suelo de la vivienda donde estábamos viendo la final contra la Juve temblaron por los saltos de las cuatro familias allí concentradas. La tribu brincaba rodeada de cachorros armados con la última camiseta de Messi y senyeres y banderas blaugrana. De la erupción selvática huyó una niña. Ona (8 años) corría llorando por el pasillo.

El grito quedó congelado. Se desanudaron los abrazos mientras la jauría de críos gritaba desde el balcón «Barça, Barça, Barça» envuelta por el estallido de los primeros petardos de la verbena callejera. «Se ha asustado, no se esperaba que esos padres a los que conoce de la salida del cole, de verlos jugar en el patio y de las cenas trimestrales, fueran a ponerse a bramar así, de repente», nos comunicó compungido el padre de la criatura. Todos nos avergonzamos un poco, bastante...

El sábado anterior cometimos el error de buscar el metro para llegar al Camp Nou. En el intercambiador de la plaza de Espanya, una horda de vascos contentos, muy contentos, espantaron hasta el colapso a Àlex, 5 añicos. Claustrofobia subterránea, una turbamulta eufórica, etílica. Un grito llamado irrintzi: «Athleeeetic, Athleeeetic, Athletic geuria» «QuenEuskadisepreparalarevoooolución», «A la bi, a la ba, a la bim bom bam, Athletic ganará». Decibelios desorbitados, mucho calor. Carne vasca abrasada. Un niño de Barcelona a la parrilla. «Ja no m'agraden els de l'Athletic», musitó cuando alcanzamos asiento en una grada blaugrana salpicada de Josebas rojiblancos. «Ja no m'agraden els de l'Athletic».

 

El sábado del triplete, Ona se recuperó del susto y estrujó a su papi cuando el gol de Neymar. El sábado del ruido, Àlex celebró el mejor gol de Messi ante el Athletic y avisó de que Suárez se reservaba para Berlín. Acertó.

Recuerdo imborrable

Los niños nos dan lecciones de vida. Dentro de unos años apenas se acordarán de esta primavera del 2015, la del triplete con la tribu brincando. A los padres tocará recobrar las anécdotas para que les quede claro que estos han sido días inolvidables, para guardar en el cofre de los locos bajitos que tan bien cantaba Serrat.