Dos miradas

Un trío

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Una de las habilidades narrativas de esta leyenda tan meliflua en la que se basa el montaje festivo de Sant Jordi es, de hecho, que la cosa va de un trío. Es un argumento que siempre funciona. Dos que se aman mientras un tercero no lo sabe; tres que se desean de golpe, compartiendo tiempo y espacio; uno que se afana, siendo el tercero, para convertirse en el primero en el corazón de la segunda. Y vete tú a saber. Hay cinco combinaciones canónicas, pero la vertebración narrativa de los detalles nos puede ofrecer múltiples variantes. La combinatoria es una rama de las matemáticas puras que se ocupa de objetos discretos y normalmente finitos. Aplicada a las relaciones humanas (y a las de los dragones, las princesas y los caballeros), podemos afirmar que juega efectivamente con personalidades finitas pero no necesariamente discretas, que es (la indiscreción) una de las gracias de los tríos.

Podría bien ser que el dragón y san Jorge estuvieran de acuerdo para que la pánfila de la princesa cayera en la trampa de la seducción; podría tratarse de unménage à troiscon dosis ciertas de violencia; podría ser que el dragón sintiera una predilección por el héroe y no por la chica; podría ser que la historia fuera un amor arrebatado entre la bella y la bestia que el hombre racional no entendía; y también se podría pensar que, una vez muerta la araña, la princesa descubrió que la atracción de san Jorge no era sino un fuego de virutas que la condenaba al aburrimiento eterno.