ANÁLISIS

Un partido contra la nostalgia

Portu remata de chilena ante André Gomes.

Portu remata de chilena ante André Gomes. / periodico

Jordi Puntí

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A menudo el fútbol es también una forma de recuerdo, quizá de nostalgia. Vinculamos a jugadores y equipos a nuestras propias vidas, pasan los años y las temporadas, y ahí siguen con nosotros. Cuando a uno le gusta el fútbol, más allá de la entrega a sus propios colores, estas formas de la nostalgia toman caminos muy diversos. A veces, incluso, se refugian en algo tan poco seductor como una lista de números...

En su libro 'Historias de Londres', el periodista Enric González contaba que una de sus rutinas predilectas era sentarse en un pub, con una pinta delante, y repasar en el periódico las carreras de caballos. A continuación apostaba guiándose por "criterios tan científicos como el nombre del caballo y los colores de la camisola del jinete". Sin llegar a apostar, el mismo criterio científico nos mueve a muchos los lunes por la mañana: buscamos en el periódico los resultados y clasificaciones del fútbol y estudiamos todos esos guarismos para satisfacer nuestra memoria. 

Cuando me fijo en la Premier League del Reino Unido, por ejemplo, mi equipo será siempre el Tottenham, por la relación de los 'spurs' con la comunidad judía -los enemigos del infame fascista Mosley son mis amigos-, aunque sigo también al Swansea City desde que conocí a Owen, amigo y seguidor impenitente de los galeses. En Holanda estoy por al Ajax, por la conexión Cruyff, y en Italia siempre me gustó la Fiorentina por razones renacentistas (bueno, y porque en los 80 jugaba Antognoni). A veces las filias son pasajeras o casuales: en Francia sigo ahora al Saint-Étienne porque lo entrena Òscar Garcia, y me gusta saber lo que hace el Sydney FC en la A League, porque me recuerda un viaje maravilloso por Australia.

Hubo cierta melancolía en la forma en que el Barça ganó el derbi, con dos goles en propia puerta, casi sin querer

Cuando uno se centra en la liga española, las conexiones se vuelven aun más emocionales. Una camiseta del Athletic, regalo de una noche en el nuevo San Mamés, consiguió borrar el mal recuerdo de los años de Goiko y Clemente. La pista de Munir Bojan me lleva hoy a desear lo mejor para el Alavés... En mi red de simpatías y recuerdos, el Girona ha tenido en los últimos años un lugar principal, por eso imagino que el sábado fue un día muy especial para muchos aficionados de uno y otro equipo. Sin dudar de la profesionalidad de todos los jugadores, había una cierta melancolía en la forma en que el Barça se llevó el partido, con esos dos goles en propia puerta, obtenidos casi sin querer, pero también en la calma con que los blaugranas se condujeron en la segunda parte, hasta que Suárez marcó el gol definitivo. Tampoco hubo condescendencia por parte del Barça, eso está bien.

En realidad parecía como si ambos equipos nos avisaran: atención, este partido no puede dejar ningún rastro de nostalgia. Algunos aficionados quizá jugaron con la idea de un duelo de la máxima, en una futura liga catalana. Otros recordaron que a veces la camiseta es reversible y el rival azulgrana se volvería su equipo el próximo miércoles de Champions, ante el Sporting de Portugal. Otros, aun, pensaron que el Girona tiene un equipo para estar en mitad de la tabla, sin problemas, y que es un gusto buscarle cada lunes en esa clasificación, sumando puntos ante rivales directos.