Análisis

Tres principios y dos soliloquios

JOSÉ A. SOROLLA

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Si de algo no se puede acusar a Artur Mas es de que no se someta al escrutinio de los medios de comunicación. En una semana ha concedido dos conferencias de prensa, la primera en Madrid tras su entrevista con Mariano Rajoy, quien se limitó a publicar un comunicado, y la otra ayer en Barcelona, ambas en torno a las dos horas de duración. Por razones obvias, las dos comparecencias no podían ser muy distintas.

El president de la Generalitat recalcó que «los deberes están hechos» y aprovechó para sacar pecho por la mejora de la economía en Catalunya. «La recuperación de la economía española tiene acento catalán», fue la frase del día en este terreno. Catalunya, recordó Mas, encabeza la creación de empleo (94.000 puestos de trabajo en el último año, la mitad de toda España, mientras que la población catalana es el 16% y el PIB el 20%), la reducción del paro (13 meses consecutivos en descenso), la atracción de turismo extranjero, las exportaciones y la investigación e innovación, y comparte con Madrid el liderazgo en atracción de inversión extranjera.

«Pues no os va tan mal en España», podría decir Rajoy ante este balance, a lo que Mas respondería, como ya hizo ayer, que es incomprensible que la economía  española más productiva no pueda pagar la extra pendiente a 200.000 funcionarios. Sobre la financiación, o la falta de ella, Mas advirtió al Gobierno de que la Generalitat ha hecho más que nadie para ajustar las cuentas y ya no puede someter a la población a más recortes sin poner en peligro el Estado del bienestar. Lo dijo como si los pilares del Estado del bienestar permaneciesen incólumes cuando los recortes hechos han dejado ya una huella imborrable.

Este asunto forma parte del informe con 23 temas que Mas entregó a Rajoy y que constituyen el armazón del nuevo diálogo abierto en la entrevista de la Moncloa. Porque en el otro asunto fundamental de las relaciones Catalunya-España, el de la consulta soberanista, el diálogo es inexistente. Mas volvió ayer a abogar por el entendimiento con el Estado y fijó tres principios que deben guiar el proceso: democracia, leyes y diálogo (los dos últimos compartidos por Rajoy).

Ambas partes hablan de diálogo, pero en realidad recitan cada una un soliloquio. Rajoy repite que la consulta es ilegal porque la Constitución no la permite, pero cuando se le propone una reforma constitucional para mejorar el encaje de Catalunya asegura que no es el momento porque no hay suficiente consenso. Mas reitera que todo lo que haga será legal (ahora con la ley catalana de consultas), pero sabe perfectamente que, al menos por el momento, la legalidad catalana no es independiente de la española. Y habla de democracia como si esta dependiera de votar o no el 9-N cuando sin legalidad no hay democracia, pero tampoco promueve la reforma de la Constitución. Solo de pasada se refirió a una posible intervención del Tribunal Constitucional (TC), aunque sabe que Rajoy requerirá la suspensión de la ley de consultas y que el TC la dictará.

La fase siguiente -ayer solo lo insinuó- será la convocatoria de elecciones en Catalunya (las mal llamadas plebiscitarias) y al menos se acabará el equívoco de si «nos dejan» o no votar. Un equívoco que Mas también abona cuando afirma que «no estamos hablando de declarar la independencia, sino de conocer la opinión de la gente». ¿Para qué se convocan, entonces, los referendos de autodeterminación si no es para acceder a la independencia?