ANÁLISIS

Tres meses, una revolución, y siete, una eternidad

Schulz sonríe en un mitin electoral en Leipzig, el 27 de febrero.

Schulz sonríe en un mitin electoral en Leipzig, el 27 de febrero. / periodico

ROSA MASSAGUÉ

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Hace tres meses, días después de que Martin Schulz anunciara que no sería candidato por tercera vez a presidir el Parlamento Europeo sin especificar en qué consistiría su retorno a Berlín, una fe muy escasa sobre su futuro reinaba en círculos políticos y periodísticos de la capital alemana. “No le favorece el haber estado tanto tiempo [23 años] fuera de Alemania. Se le conoce, pero no es muy popular”, decía un periodista. Había el convencimiento de que podía ser una buena solución para un SPD en caída libre después de que el partido se hubiera perdido en el regazo de una coalición dominada por Angela Merkel, pero con cero posibilidades de llegar a la cancillería ante una nueva candidatura de la dirigente conservadora.

Todos los cálculos electorales que se hacían en aquellos momentos daban por segura una nueva victoria de Merkel, eso sí, con menos margen y más necesidad de formar una nueva coalición que se presumía muy difícil ante el anunciado descalabro de los socialdemócratas. También parecía muy difícil una coalición de izquierdas. Lo que sí se daba por seguro era el avance de la Alternativa para Alemania (AfD, en sus siglas en alemán) que llevaría a esta formación xenófoba y antieuropea a entrar en el Parlamento. Había miedo a este avance, miedo a un Bundestag con seis partidos, miedo a que un Gobierno encabezado por la CDU de Merkel no tuviera una oposición seria y que fuera la AfD quien asumiera este papel.

En estos tiempos revueltos en los que todo es posible, tres meses han sido suficientes para alterar el panorama político que parecía tan asentado. Hoy el dirigente socialdemócrata se alza como una seria amenaza para una Merkel que muestra signos de cansancio. Schulz todavía no ha desgranado su programa, pero ha avisado de un giro hacia la izquierda para recuperar viejos valores y políticas del SPD que fueron barridos por la rendición socialdemócrata al neoliberalismo rampante. Faltan siete meses para las elecciones, una eternidad. Vaya usted a saber qué puede ocurrir hasta el 24 de septiembre. Sin embargo, dos cosas están claras. La política alemana necesitaba un revulsivo y este, de momento, se llama Martin Schulz, no AfD como tantos creían. Y la agenda social de la izquierda vuelve a primer plano.