Peccata minuta

Trastornos del sueño

Cuando despierten de su ataque de irrealidad se apercibirán de que «el pueblo catalán» solo existe en las oscuras mentes de quienes quieren liquidar el derecho de las personas a decidir una a una y por sí mismas

Concentración independentista frente el parc de la ciutadella.

Concentración independentista frente el parc de la ciutadella. / periodico

JOAN OLLÉ

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La palabra castellana sueño se desdobla en dos en catalán: son (ganas de dormir) y somni (sucesos o imágenes que se representan en la fantasía de alguien mientras duerme; cosa que carece de realidad o fundamento; proyecto, deseo o esperanza sin posibilidad de realizarse). La primera acepción de la palabra se cura durmiendo; las segundas, despertando. Si algo ha ocurrido esta semana en el Govern de Catalunya es que el exceso de fundamento, proyecto o esperanza sin posibilidad de realizarse no ha permitido conciliar el sueño a nuestros representantes, acorralados hasta las tantas entre tuits, nervios y lloros para, al canto del gallo, comparecer con unas ojeras del 15 (o del 155). Y aquí, imagino, es donde empiezan las sobredosis de café y otras químicas que permiten a un zombi mantener apariencia de persona pensante. Prueben  a pasar un par o tres de noches en blanco  (empalmando, como dice la voz popular) y luego intenten resolver un puzle de imposible encaje: fracaso seguro. Lo peor de no dormir, más allá de las nefastas consecuencias de las que desde hace años viene advirtiéndonos el doctor Estivill, es no poder consultar con la almohada, lo mejor de nosotros. Dar tiempo al tiempo.

«El sueño de la razón produce monstruos», sentenció Goya en su aguafuerte, y solo así se puede llegar a comprender que, por exceso de somni o déficit de son, nuestros héroes se hayan obstinado en defender «el mandato del pueblo catalán a través del legal referéndum del 1 de octubre», un hipnótico mantra que por más que se repita nunca llegará a superar su condición de ensoñación, cuando no de mentira, denunciado no solo por los despiertos letrados del Parlament sino también por  los nostrats observadores internacionales. Tal vez cuando estas señoras y señores despierten de su ataque de irrealidad se apercibirán de que «el pueblo catalán» solo existe en las oscuras mentes de quienes quieren liquidar el derecho de las personas a decidir una a una y por sí mismas.

Pienso, president, que el mejor momento de su mandato fueron las escasas y preciosas horas del pasado jueves en las que, no sé si por influencia del cóctel químico para mantenerle en pie o por méritos propios, se permitió el lujo de dudar, horas en las que tal vez pensó  en los dos tercios de la población que según la encuesta encargada por este periódico a GESOP –tanto o más fiable que según qué consultas– le pedía elecciones de verdad. ¿Pesó más el silencio de Madrid que el ruego catalán? ¿No soportó que le llamasen traidor, cosa que no podía usted imaginar ni en el peor de sus sueños?  Bienvenido a la pesadilla.

PS: señor Rajoy, el 155, no en mi nombre. Pida a sus intelectuales qué significa la palabra griega hibris y evítela, por favor.