La carrera hacia la Casa Blanca

Tras el supermartes de EEUU

Las primarias han estado sesgadas de momento por opciones militantes, y ahora se abren a toda la ciudadanía

Ilustracion  de Leonard Beard

Ilustracion de Leonard Beard / periodico

SALVADOR MARTÍ PUIG

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Hace un par de semanas vino a la Universitat de Girona, a un seminario de Ciencia Política, el profesor Bruce Jentleson, de la Universidad de Duke, que fue asesor del candidato del Partido Demócrata Al Gore y consejero de política internacional del presidente Barack Obama. Como no podía ser de otra manera, el tema central del seminario fue el proceso electoral en curso en Estados Unidos.

Jentleson cree que lo que hoy está sucediendo en estas elecciones solo puede entenderse como consecuencia de tres elementos que han cambiado la fisonomía tradicional de su país. El primero es el incremento sostenido de las desigualdades sociales y económicas durante la última década; el segundo es el hecho de que la población blanca ha dejado de ser mayoría y se ha convertido en la «minoría mayor» frente a las otras minorías, la afroamericana, la latina, la asiática y la árabe, que sumadas ya son mayoría; y el tercero es la percepción de los ciudadanos norteamericanos de que EEUU ya no es la potencia mundial indiscutible y que, por tanto, está amenazada su hegemonía productiva, comercial y militar.

MALESTAR SOCIAL

El resultado de la combinación de estos tres elementos ha generado un intenso malestar en diversos sectores sociales, por razones muy diversas. A nivel económico el enojo lo manifiestan tanto los colectivos empobrecidos que denuncian la precarización de su trabajo como los nuevos ricos que creen abusivos los impuestos que la Administración les exige. A nivel cultural las tensiones se manifiestan tanto por los que creen que los inmigrantes están invadiendo el país como por los recién llegados y las minorías que denuncian maltratos, discriminaciones y abusos por parte del statu quo. Y a nivel de seguridad destaca la opinión de los que creen que EEUU puede ser un objetivo fácil de ataques terroristas, si bien hasta hoy hay muchísimas más víctimas estadounidenses como consecuencia del permisivo acceso a las armas por parte de sus ciudadanos que como fruto de atentados.

Como resultado de lo expuesto, actualmente un gran número de estadounidenses están enfadados con sus gobernantes, a los que atribuyen la responsabilidad de todos sus problemas, ya sean reales o imaginarios. Es por ello que podemos entender el fracaso de Jeb Bush y las inesperadas dificultades de Hillary Clinton para ser nominada. Por el mismo motivo, también se entiende la emergencia del izquierdista Bernie Sanders en el Partido Demócrata, de los republicanos ultraconservadores Ted Cruz Marco Rubio y del inclasificable Donald Trump, que se presenta con un discurso reaccionario, racista, ultranacionalista y antipolítico.

No hay duda de que esta dinámica antiestablishment es el resultado del malestar expuesto, si bien este no es privativo de los ciudadanos norteamericanos, y el mismo profesor Jentleson apunta que los fenómenos de Trump, Cruz o Sanders se pueden comparar con el hundimiento del bipartidismo en España o el ascenso del Frente Nacional en Francia o el UKPD en Gran Bretaña.

CAMBIO DE TENDENCIA

Con todo, Jentleson apunta otra cuestión central. Dice que en las primarias votan un millón de personas, mientras que en las presidenciales lo hacen más de 130 millones. A la vez, ese millón que participa en las primarias es una minoría militante, con preferencias mucho más intensas y radicales que el resto de la ciudadanía. A raíz de ello, apunta que no era tan extraño que hasta ahora los resultados estuvieran sesgados hacia opciones extremas en el caso del Partido Republicano y que hubiera un notable apoyo a Sanders en el Partido Demócrata. De todos modos, el profesor de Duke enmienda que el supermartes es el inicio de una dinámica de apertura de los aspirantes hacia el resto de la ciudadanía, y que eso significa el comienzo de un cambio de tendencia.

En el caso del Partido Demócrata, el supermartes ha decantado la balanza a favor de Hillary Clinton tras sus claras victorias en Alabama, Arkansas, Georgia, Tennessee, Tejas y Virginia, y la diferencia de 165 delegados respecto de Sanders. La cuestión, sin embargo, es el dilema presente en el Partido Republicano, en el que si bien Trump ha ganado en siete estados, Cruz podría imponerse como candidato si Rubio renunciase a su favor y le cediera los delegados que tiene. Con todo, Cruz y Rubio tampoco son moderados ni gozan de la confianza del aparato republicano, sino que representan el Tea Party. Así, mientras Hillary comienza a dirigirse a la totalidad de los 130 millones de votantes, los republicanos todavía están librando una batalla entre dos candidatos ultraconservadores y uno que representa la antipolítica. En esta situación, todo hace suponer que Hillary irá cogiendo ventaja.