Pánico a los pactos

Sánchez y Rajoy se saludan en presencia de Campo Vidal, anoche.

Sánchez y Rajoy se saludan en presencia de Campo Vidal, anoche. / JUAN MANUEL PRATS

ALBERT SÁEZ

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La crisis nos ha radicalizado y atrincherado. La destrucción de la clase media se lleva por delante muchas cosas: el centro político, la moderación ideológica, los consensos transversales y los pactos sociales. Jóvenes defraudados por un sistema que los expulsa después de exigirles la mejor formación de la historia. Y adultos enevejecidos por las prejubilaciones y atemorizados por el inminente fraude de las pensiones que tendrá una dimension y un dramatismo comparable al de las hipotecas y las preferentes. Esos dos colectivos se han aliado para expulsar del sistema político a las fuerzas que consideran responsables de casi todos sus males por haber permitido la sumision de la política al sector financiero y por haber garantizado la impunidad de corruptores y corruptos. De manera que quienes aspiren a ser sus representantes políticos serán castigados si pactan con la casta que les ha llevado a sus miserias. 

Ciertamente que en la loca Europa del crédito a bajo precio llegamos a confundir los consensos con los encubrimientos. Políticos, empresarios y periodistas levantaron demasiadas veces las cejas como señal de conjura para evitar explicar las verdaderas razones de ciertos pactos, a veces inconfesables y otras basadas simplemente en la elusión de la complejidad.

En la pirueta final del pacto entre Junts pel Sí y la CUP y en la parálisis negociadora entre PP y PSOE tras el 20-D hay algo de esta fobia al pacto basada en la desconfianza generalizada. Podemos y una parte del socialismo no han hecho en estos meses más que expresar esa fobia al pacto basada en confundirlo con el chanchullo. Convergentes y cupaires llevan semanas lamiéndose las heridas de un paco in extremis que parecía estratégico pero pudiera haber sido puramente táctico. 

Lo más preocupante es que ni unos ni otros parecen haber superado ni las malas costumbres los que vienen de antiguo ni los prejuicios los que llegan nuevos. El temor salva muchas vidas mientras que el pánico acostumbra a llevárselas por delante porque paraliza y descompone a los individuos. Los problemas son suficientemente graves para que tras el 26-J, sean temerosos pero abandonen el pánico.