Transformar Barcelona y el mundo

MIQUEL CARRILLO

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Debatir sobre los programas de cooperación internacional que las diferentes candidaturas incluyen en sus propuestas electorales, se ha convertido ya en un clásico. Creo que hasta el sector de las ONG acaba esperando cada cita con las urnas, para tener ese momento de atención y a la vez de re afirmación colectiva. Allí estaban ayer los y las siete representantes de las listas con representación en el Parlament o en el mismo Ayuntamiento de Barcelona (mayoría femenina por una vez en la vida y para que sirva de precedente, como recordó el moderador, el periodista Roger Palà), para intentar superar el examen de un auditorio lleno de personas vinculadas al mundo del desarrollo, la paz y los derechos humanos. Hasta claca perfectamente coordinada, novedosa aportación de Ciutadans al imaginario indignado y un poco sabihondo de este mundillo.

Debatimos ergo existimos. Hubo un tiempo en que el desánimo y la frustración por la situación generalizada de recortes (¿como se dice cuando te golpean con una moto-sierra pero no acabas de morirte?) nos llevó a las asociaciones y a su Federación a olvidar esas reválidas, siempre tan higiénicas.

Pero hay vida, no se vayan todavía, y creo que además fue un acierto cómo planteó LaFede.cat el debate ayer. Al fin y al cabo, hay que reconocer que el consistorio de Barcelona ha mantenido la cooperación como política pública, muy al contrario de lo que ha sucedido al otro lado de la Plaza Sant Jaume, donde siguen esperando a que llegue Godot o el Estado propio para hacerse cargo de este asunto, como nos aclaraba ayer mismo el 'president' Mas en la inauguración de la sede de una conocida entidad de la ciudad.

Habiendo política, presupuesto y trayectoria, se trataba entonces de ir un paso más allá, hablar de cuán coherente es con el resto políticas de la ciudad. Para subir nota, vaya. Y ahí entran los temas en los que no hay guante blanco que valga: '¿Cómo combatir la islamofobia? Integrando a los recién llegados en la manera de vivir de Barcelona', sugería la representante del PP. Vaya, parece que hay una, la forma de vida homologada de la ciudad, y nosotros con estos flequillos de herrikotaberna. 'No existen suficiente criterios para favorecer la proximidad en las compras públicas', lanzaba el representante de ERC. 'El World Mobile Congress sólo está basado en transacciones económicas, en un contexto machista que favorece el turismo sexual en la ciudad', arguyen desde las Capgirem Barcelona, justo antes de enzarzarse con Barcelona en Comú, por enésima vez, a cuenta de su pecado original. El 'procés' tiene su minuto de gloria cuando CiU y PSC polemizan sobre la petición de adhesión al mismo que Xavier Trias hace a Gaza, semanas después de no haberse dignado a condenar los bombardeos israelís sobre la ciudad palestina. Los CIE también son objeto del debate, Ciutadans nos aclara que ni ellos ni nadie está contra los derechos humanos, pero que hay que cumplir la Ley de Extranjería y que todo el mundo no puede entrar en el paraíso terrenal que es Barcelona.

¿Pero esto no era un debate de cooperación? Exacto, de una cooperación que ya ha aprendido que más allá del mítico y totémico 0,7%, transformar significa hacerlo en todas y cada una de las acciones que determinan nuestra relación con el mundo, empezando por nuestra ciudad (por cierto, ahí va una guía con algunas ideas). '¿Y qué le digo yo a los taxistas y a los camareros como quiten el World Mobile Congress?', se escucha en los corrillos de despedida. Nadie dijo que la revolución fuera fácil.