Dos miradas

Trampa

El cacareado aumento del sueldo mínimo acordado por PP y PSOE nos ha llegado con trampas en la letra pequeña

La ministra de Empleo, Fátima Báñez, en el Senado.

La ministra de Empleo, Fátima Báñez, en el Senado. / EFE / JUANJO MARTÍN

EMMA RIVEROLA

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¿Una chaqueta para el niño? ¿Unas gafas sin celo en las patillas? ¿Pescado fresco el domingo?  ¿Un respiro, más bien un suspiro, a la tarjeta de crédito? Cuidado, si ya habías hecho planes para destinar esos 52,5 euros de más que ibas a cobrar en tu salario mínimo, antes de decidirte por la pescadilla o los boquerones, mira la letra pequeña del real decreto 742/2016. Pues sí, ahí, agazapadas, dos pequeñas disposiciones transitorias dispuestas a aguar la alegría del pobre. Una de ellas anuncia que los convenios colectivos firmados con anterioridad al nuevo SMI podrán quedarse en su mísera cifra del 2016. La otra, que las ayudas públicas ofrecidas por las comunidades autónomas y los ayuntamientos que usan el salario mínimo para calcular la cantidad de la subvención tampoco tendrán que poner el calendario al día. 

Mientras, sube la electricidad, el gas, los carburantes, el IPC… y la aclamada recuperación económica, esa que ha incrementado los beneficios de las grandes empresas en casi un 13%, no llega a los trabajadores, siempre con los bolsillos agujereados. Unos agujeros por los que se escurre no solo su bienestar y seguridad, sino también su capacidad de comprar. Mal asunto para un sistema que se sostiene en el consumo. Esos agujeros amenazan con convertirse en un abismo al que todos estamos expuestos. Al fin, el cacareado aumento del sueldo mínimo acordado por PP y PSOE nos ha llegado con trampas. Trampas al solitario.