Dos miradas

Trampa perversa

Wert no dice que solo si haces un máster podrás encontrar un trabajo que vaya más allá de la miseria

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Uno de los objetivos del Plan Bolonia fue redibujar un sistema que solo preveía una salida por arriba. En palabras de Josep M. Nadal, exrector de la Universitat de Girona la cosa se parecía a «un embudo invertido». La universidad había dejado de ser un feudo para privilegiados y, con el acceso a los estudios superiores de una franja mucho más elevada de la población, se convertía en un contenedor que no permitía más alternativa que una titulación al cabo de muchos años, con dos consecuencias: la dilación en el acceso al mercado laboral y la posible deserción de muchos estudiantes sin ninguna certificación válida de sus esfuerzos baldíos. Se empezó a hablar de Bolonia cuando la crisis ni siquiera se intuía y resulta que se implantó cuando la crisis ya era radical y aterradora. Sin embargo, la fórmula de tres años de grado y dos de másteres parecía la más racional. Muchos accedían a un título universitario y algunos continuaban su carrera para ampliar conocimientos. Esto era cuerdo y equitativo si el sistema de becas en los másteres los equiparaba con los precios de los grados. Si no, se trataba de un paso más hacia la injusticia social.

Es lo que pretende Wert con su reforma. Dice que será más barato estudiar porque los estudios durarán menos, pero no dice que solo si haces un máster (imposible para muchos sin una ayuda que ni siquiera se huele) podrás encontrar un trabajo que vaya más allá de la miseria. Esta es la trampa perversa.