Editorial

La trampa de los óvulos congelados

Retrasar la maternidad más allá de los 40 años no es una solución para garantizar la carrera profesional de la mujer

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¿Avance o retroceso? ¿Un paso hacia una mayor libertad de las mujeres o una argucia para exprimirlas? La decisión de Facebook y Google de incluir en las prestaciones médicas de sus empleadas -en EEUU no existe un sistema público de salud como el europeo- la congelación de óvulos ha dado alas al debate sobre la compatibilidad entre maternidad y desarrollo profesional de las mujeres. Lo que ahora ofrecen las dos empresas ha divulgado una práctica que ya realizan firmas punteras de menor renombre en EEUU, con el objetivo de incentivar-léase ejecutivas- para que puedan retrasar la maternidad hasta pasados los 40 años. El punto de vista de las empresas pretende ser impecable. Se ofrece a las mujeres -la técnica cuesta 20.000 dólares (15.600 euros) más 4.000 dólares al año en gastos de conservación- la posibilidad de decidir si sortean el ciclo natural de la maternidad -entre los 25 y los 35 años- para competir en sus carreras en igualdad con sus compañeros varones.

Quienes, con razón, critican esta propuesta argumentan que la medida no es más que un parche que no resuelve el problema de la compatibilidad entre maternidad y desarrollo profesional. La trampa es pensar que el hándicap de la mujer se resuelve equiparándola al hombre con el retraso de su maternidad. Desde el punto de vista biológico es un disparate imaginar una sociedad del futuro con un sinfín de mujeres que hayan postergado la maternidad hasta más allá de los 40, y socialmente habría generaciones de niños crecidos en familias con madres (y padres) mucho mayores que ellos. Por no hablar del grave problema económico que supondría modificar la pirámide de edad.

Bienvenida una técnica que sirva para que una mujer enferma pueda congelar sus óvulos para ser madre cuando recupere la salud, o para garantizar una opción libremente elegida (como lo es también la de no tener hijos). Pero no podemos caer en el error de que la técnica sirva como arma de coacción. Que las mujeres se sientan forzadas a retrasar su maternidad para ser competitivas ante el peligro de ser estigmatizadas como desleales a la empresa. La sociedad ha de asumir sin reservas que la maternidad en su ciclo natural es indisociable de su futuro, y que por ello debe garantizar que las mujeres la puedan ejercer sin cortapisas. Nos va la vida en ello.