Conversaciones de verano

'Traduttore, traditore'

Hablar de la sorpresiva versión original del libro 'Matar a un ruiseñor' es mejor que hacerlo de listas

ANTONI SERRA RAMONEDA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los tremendos calores reinantes no invitan a profundas meditaciones. Por otro lado, la escasa materia gris que a uno le queda está saturada con dos inacabables temas, de suma importancia, que tanto espacio ocupan. El primero, aunque de momentáneo receso, es el culebrón griego donde sus protagonistas nos sorprenden con cambios de ritmo y zigzagueos dignos de Messi. El segundo -ya lo habrán adivinado- es la demostración que confeccionar unas listas de candidatos para las elecciones del próximo 27-S, cuyo calificativo dejo a la elección del lector, constituye un problema más complicado que el de la cuadratura del círculo o la resolución del cubo de Rubik, aquel de colorines que te agotaba la paciencia. Parece que ya se ha llegado a un acuerdo pero no me acabo de fiar porque los políticos son inasequibles al desaliento en sus pulsos.

Un tema más 'light', más refrescante, permite hacer funcionar las neuronas sin peligro de sobrecalentamiento. Es el de la nueva, o vieja según se mire, novela que súbita y simultáneamente ha llenado los escaparates de todas las librerías del mundo y promete dar una alegría a sus cajas registradoras visto el inteligente montaje publicitario que ha precedido a su lanzamiento. La historia ya es conocida. La casi nonagenaria autora, Harper Lee, escribió hace unos 55 años una obra que no convenció a su posible editor. Este le aconsejó unos cambios en su trama cuya aceptación le dieron la vuelta como a un calcetín. El resultado fue la famosa Matar Matara un ruiseñor, en su versión española, de la que llegó a venderse cerca de 50 millones de ejemplares. Naturalmente de ella nació una película que también batió récords de audiencia. Ahora, misteriosamente, alguien ha recuperado el primer manuscrito rechazado y en una espectacular operación lo ha distribuido con gran fanfarria urbi et orbi. La comidilla del verano entre los medios literarios es saber quién y cómo se hizo con el manuscrito y consiguió la autorización de la autora, recluida en una residencia de ancianos, a pesar de que en repetidas ocasiones había asegurado que no publicaría obra alguna después de la que tanto éxito conoció. Por ahora hay versiones contradictorias que mantienen el suspense como si de una película de Hitchcock se tratara. Todo ayuda a aumentar las ventas. Pero comentar las noticias que irán llegando sobre esta intríngulis es menos peligroso para las conversaciones en los lugares de veraneo, mar o montaña, que hablar de Grecia o de listas variopintas.

Una característica de la autora me parece destacable. Es la elección de unos títulos para sus novelas que provocan graves dolores de cabeza a quienes se encarguen de su versión a otro idioma. El original de su primera novela en inglés era To kill a mockingbird es decir matar a un pájaro, muy frecuente en los estados sureños norteamericanos, que se caracteriza por imitar en tono burlón el canto de los congéneres que están a su alrededor. De ahí que el título de la versión francesa fuera Ne tirez pas sur l'oiseau moqueur'que es en parte más fiel al original que la opción elegida por el traductor español. Porque es sabido que un ruiseñor es un ave de brillante plumaje y colorido con una admirable cualidad cantora.

El canto y la belleza del ruiseñor ha sido glosado por poetas en innumerables ocasiones. Y el Rossinyol si vas a França rossinyol Rossinyol si vas a França rossinyolforma parte del acervo cultural catalán que internacionalizó la mítica Joan Baez.De tal manera que "matar a un ruiseñor" es un acto tan execrable que para algunos ornitólogos casi debería ser delito de código penal. En cambio el mockingbird, pájaro burlón en una traducción literal, además de exasperar por limitarse a ser mero copista, es poco agraciado físicamente. Tiene unos colores apagados con plumas de escaso atractivo. Matar a un ejemplar es también un acto condenable, pero tendría atenuantes como el de la exasperación que llega a provocar la burla constante de sus congéneres.

De hecho, en castellano al pájaro burlón de Alabama que eligió para su título Harper Lee se le denomina sinsonte (y en catalán, mim) pero supongo que al traductor, o al editor, no le sonaban bien las alternativas matar a un sinsonte (o matar un mim) y se inclinaron por el admirado ruiseñor, haciendo verdad el conocido dicho traduttore, traditore. En Francia fueron más cautos pero quizá también menos comerciales. Esta segunda, o primera según se mire, obra que tanto interés ha despertado lleva como título Go set a watchman. La verdad es que me tendría que devanar los sesos para encontrar una traducción en español que fuera fiel a su original. Quien de ello se ha responsabilizado ha elegido Ve y pon un centinela como puede comprobarse en cualquier librería. No me entusiasma pero reconozco ser incapaz de mejorarla. Se admiten sugerencias.

TEMAS