Gente corriente

Toni González: «¿En el quiosco, colas? Pues sí, y hasta alguna pelea ha habido»

Vendedor de la ONCE. Es gallego, ve poco, usa filtros para la luz. En Blanes todos lo conocen; atrae la suerte.

Toni González

Toni González

MAURICIO BERNAL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuatro suculentos premios ha repartido Toni aquí, en Blanes, desde su quiosco de la ONCE; 120 o 130 vecinos, calcula él, han resultado beneficiados por sus cupones; camina Toni por la calle y más o menos todo el mundo lo saluda («Toni, hombre, qué tal», «Más tarde me paso, Toni»), y cuando a las tres de la tarde se sumerge en un café así lo recibe la camarera: «¿Y tú? ¿Qué haces tú a estas horas por aquí?»; Toni, en el 2007, fue proclamado Vendedor del Año en Catalunya, y su quiosco es popular y atrae gente y se forman colas. Pero todo empezó lejos. En Galicia.

-En una aldea diminuta. Verducedo de Arriba. Ahí nací yo.

-¿Y cómo acabó aquí?

-Eso tiene que ver con mi minusvalía. Tengo este problema desde niño, pero con los años fue acentuándose y en cierto momento de mi adolescencia tuve que dejar los estudios.

-¿Cuál es su problema?

-Tiene que ver con la claridad, con la luz. Me cuesta soportarla. Mi grado de visión, en el mejor de los casos, es siempre inferior al 8%. ¿Ve estos filtros? Son nuevos, los estoy probando. Me hacen ver las cosas naranja.

-Entiendo. Decía que dejó los estudios.

-Sí, dejé de estudiar, y al hacerlo me puse a pensar qué opciones tenía y acabé afiliándome a la ONCE. Para hacer algo, ya me entiende, para poder trabajar. Acabé en Blanes porque en Galicia no había plazas; me dijeron que tenía que esperar dos años, pero yo no quería esperar.

-Hace un rato, mientras caminábamos, vi que se maneja perfectamente. Supongo, no sé, que se conoce de memoria la ciudad, ¿no?

-Sí, algo así.

-Lo que me pregunto entonces es cómo era cuando llegó.

-Sí, es cierto, fueron unos días duros. Al principio me pasaba el día encerrado en la pensión, huyendo de la luz, y al atardecer salía porque era cuando podía reconocer el terreno, ya sabe, aprender a orientarme. Me iba sobre todo a la zona del puerto, que era la que me habían asignado.

-Su primer trabajo. ¿Cómo le fue?

-Me fue bien. Estuve allí siete años y al final me llevaba bien con todo el mundo, la gente me conocía y me apreciaba. Fue una buena etapa, pero el sitio donde la suerte me llegó fue en la plaza de Espanya, después.

-El quiosco donde está ahora, ¿no? Cuénteme.

-Pues mire: primero fue en el 2004, que repartí 10 millones de euros. Y tiene su historia: resulta que mi pareja de entonces también trabajaba en la ONCE, y lo que pasó fue que el premio lo repartí con unos cupones que había intercambiado con ella.

-Vaya.

-Sí... Era una sensación agridulce, porque todo el mundo estaba contento salvo ella, que estaba tristísima. Pero bueno, con las propinas que me dieron me fui con ella a Grecia. Un desagravio, en cierto modo.

-Y hubo más premios.

-Claro, cuando das un premio así inmediatamente las ventas suben, en mi caso un 40%, y aumentan las probabilidades. Ya mucha gente me conocía, además, y este es un quiosco muy céntrico... En fin. Sí: en el 2007 cayó un premio de cupón ordinario, es decir 35.000 euros; luego, en el 2008, 10 cupones de 35.000 euros cada uno, y en el 2009 volví a repartir 10 millones. No se lo va a creer: otra vez con cupones intercambiados.

-No me diga. ¿Con su novia?

-No, no, un compañero. Pero esa vez él se quedó con unos, y también repartió. Repartió menos, pero repartió. Ya nadie me cambia cupones.

-Me han dicho que se forman colas.

-¿En el quiosco? Pues sí, de vez en cuando, y hasta alguna pelea ha habido. Pero es que hay algo no le he contado: un domingo, un compañero que hacía una suplencia en mi quiosco vendió otro billete premiado, uno de esos de un sueldo para toda la vida. O sea que, ya ve, el quiosco está tocado por una varita mágica.

-¿El quiosco o usted? Dicen que es el que más vende en Catalunya.

-Sí, no sé, igual. He tenido suerte. También creo que a la gente le gusta el trato. En el quiosco yo siempre intento estar de buen humor, alegre. Hace poco, a través de unos clientes, me ofrecieron un trabajo de comercial en una empresa de Barcelona, de cosméticos, un buen trabajo, pero me di cuenta de que lo que buscaban era un comercial agresivo, ya me entiende, y así no soy yo. Lo rechacé. Yo no soy así. No trabajo así.

-Lo entiendo.

-Gracias.

-¿Vamos al quiosco?