MIRADOR
Sonrisas y procesos
"Igual pasa que estamos como el PSC y aún no nos hemos dado cuenta". Me lo planteaba un diputado convergente, a lo pesimista (o realista, según se mire), el mismo día que, ya de noche, el president Carles Puigdemont estrenaba con Andreu BuenafuenteCarles PuigdemontAndreu Buenafuente el programa de entrevistas 'Fora de sèrie', en TV-3. Y él ahí, con su sonrisa tranquila, hasta paseando por el teórico "territorio comanche", por el centro de Cornellà, donde el presentador había decidido llevarlo para hablar sobre la independencia. Con la calma, que ya tiene mérito en medio del pánico que se extiende entre amplios sectores de sus filas.
Vamos a elecciones catalanas, como tarde, dicen, el próximo verano. Así es normal que el vértigo cunda entre cuadros y bases, concretamente las que quedan después del intento (de momento frustrado) de cambio de nombre, de CDC a PDC. Ahí está una de las batallas, de fondo y forma, pero imprescindibles todas, que debe lidiar el equipo de una Marta Pascal que hasta hace pocos días tenía a la plantilla de vacaciones estivales. Así se encontró el patio cuando llegó, y la faena que le queda por delante será en parte lo contrario de eso: "Encontrarse" menos, tics y rutinas heredadas, para mirar de reflotar la nave. Pero de momento van achicando, con cubos, el agua que los inunda a travñes de un cráter de dimensiones considerables.
"Ahora, a salvar el ejército", dice un experimentado político de la casa que está en sintonía con la opción Puigdemont en el Govern y con la apuesta Pascal en el partido. "No se trata de ganar la guerra o de hacer la paz con nadie, porque ahora lo principal es salvar la tropa". Se refiere a la base social que aún (y a pesar de todo, que no es poco) aún les secunda en las urnas, y a la militancia que debe impulsar la formación en el territorio, y de ahí la importancia de las elecciones territoriales de la semana que viene en el Partit Demòcrata Català (o como se llame).
Y ante todo este panorama, ante los malos augurios por doquier, ves a Puigdemont y a Pascal, y aún sonríen. Inconsciencia, dirán algunos. Un bálsamo para los (con razón) preocupados partidarios de dos procesos políticos muy diferentes pero que cada uno a su escala está removiendo el cuadro clásico de la política catalana. Puigdemont al frente del Govern de la "desconexión", esta semana que viene con la cuestión de confianza y la otra con el debate de Política General, en el Parlament. Y Pascal mirando de hacer realidad lo que debería ser (y lo que debe dejar de ser) la nueva Convergència, primero en su casa y luego, si cuaja, en la calle.
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