Todos tramposos

A las puertas del 27-S, un denominador común une a sus actores principales: todos hacen trampas. Unos más que otros, unos más conscientes que otros, pero trampas al fin y al cabo.

Hace trampas muy sucias el expresidente que compara a Catalunya con la Alemania nazi cuando sabe perfectamente que es una mentira vergonzante. Y hace trampas muy cínicas el otro expresidente que ha cambiado el «váyase, señor González» por este nuevo «bravo, señor González» a pesar de seguir con el mismo bigote.

Hace trampas el PSC cuando aplaude a Felipe y antepone su gregarismo proverbial a un mínimo respeto a la verdad, violentada por su artículo, y hace trampas Duran cuando lo felicita primero para atizar a sus exsocios y lo riñe más tarde para erigirse en representante del seny.

Hace trampas muy burdas el Tribunal Constitucional cuando propone, a través del candidato Albiol, una reforma exprés de urgencia al dictado del Gobierno solo para servir al poder del que nunca se ha separado y confirmar así que la legalidad un día es sagrada y a la mañana siguiente es un plato que se cocina a la carta.

Hacen trampas los que niegan que estas elecciones sean plebiscitarias y sin embargo ya preparan su discurso histórico, es decir plebiscitario, en caso de que gane su opción o, mejor dicho, pierda la contraria. Y hacen trampas muy groseras los que proclaman que son solo unas plebiscitarias, pero de repente, por miedo a perder en votos, dicen que el 27-S contarán los escaños, un imposible en unos comicios hechos solo para contarnos.

Hacen trampas los que ordenan registros de sedes de un partido para condicionar las elecciones y los funcionarios que filtran a los medios los documentos incautados. Y hacen trampas muy calculadas los que se esconden tras las conspiraciones para no tener que dar ninguna explicación sobre la corrupción que les asfixia, como si fuese incompatible ser perseguido con ser corrupto.

Fecha de caducidad

Hacen trampas los partidos que antes alegaban manos limpias para no acordar la lista unitaria y ahora hacen casualmente la vista gorda y se apuntan al victimismo que entonces, decían, impedía llegar a un acuerdo.

Hacen trampas los medios que piden pluralidad en Catalunya y no invitan ni a un solo independentista a sus tertulias, y hace trampas el Govern -las mismas que hacen los otros- cuando usa los informativos de su televisión pública para anunciar la convocatoria de unas elecciones.

Hace trampas el Estado cuando impide votar sin ningún rubor a los catalanes que viven en el extranjero,  y cuando el Estado hace trampas todo el mundo tiene derecho a hacerlas.

Todos tramposos, sí, pero de trampas que tienen fecha de caducidad. El 27-S debería servir para que estas trampas terminen justo en el mismo sitio donde empieza la democracia: las urnas.