Todos somos 'gente'

«Quiero daros las gracias. Estoy pasando por un tratamiento muy duro y es la primera vez que salgo de casa después de mucho tiempo. Gracias por haberme hecho reír». Esta frase me fue dicha hace unos días en Madrid por una espectadora a la salida del teatro. Su mirada era limpia, y su voz, suave y  templada. Un pañuelo cubría su cabeza e iba acompañada por su pareja. Frases así nos las han repetido varias veces y siempre nos conmueven y emocionan. Momentos como este ayudan a recordar que detrás de cada uno de los espectadores que asisten a la función hay una vida llena de sentimientos y preocupaciones. Cuento esta experiencia no para destacar la relevancia de nuestro trabajo, que apenas la tiene, sino para invitar a la reflexión en torno a la importancia de adquirir conciencia de que detrás de cada individuo hay un ser humano repleto de emociones semejantes a las nuestras. Vivimos en un mundo en el que cada uno piensa en sí mismo, o, a lo sumo, en las personas a las que quiere, y poco más. Y es que para muchos los demás son esa amalgama de personas que llamamos gente y que no somos nosotros.

El egoísmo es inherente a las personas, y nos hace olvidar que la gente se compone de individuos muy parecidos. Cuando estoy actuando, veo al público como un todo anónimo al que debo hacer reír porque forma parte de esa convención profesional basada en la interrelación entre nosotros, los actores, y ellos, los espectadores. Solo cuando conozco de cerca a un espectador es cuando tomo conciencia de que forma parte de mí y yo de él. Desde nuestros inicios, al final de la representación, salimos al hall del teatro a despedir al público. En ese vis a vis nos dicen muchas cosas, la gran mayoría son positivas y hacen sentirnos bien porque nos recuerdan que tenemos una bella profesión basada en hacer reír a esa llamada gente, que al fin y al cabo son personas con las que tenemos mucho en común.