La rueda

Todo lo que se dirá

FRANCESC ESCRIBANO

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Pese a la actitud y el aspecto de homogénea uniformidad que ofrecieron el jueves los cientos de miles de personas que llenaron las calles Barcelona en otra jornada histórica, la realidad es que esta masa de ciudadanos no puede ser más variada y más heterogénea. Sé que lo que digo es evidente, pero hay que decirlo porque por más que todos fueran embutidos en las mismas camisetas amarillas y rojas, y por más que en muchos momentos todos gritasen y repitieran los mismos eslóganes, todos esos ciudadanos son diferentes y piensan de manera bien diferente. Insisto en la evidencia porque hoy, 48 horas después de la 'V', cuando la mayoría de esos ciudadanos que se convirtieron en protagonistas de la noticia y de la historia repasen lo que dicen y han dicho los periódicos y las tertulias, se encontrarán con un espectáculo muy variado de opiniones y de interpretaciones que, yendo de la euforia al desprecio, intentarán poner letra a la música de las masas. Imagino, también, que la mayoría de esos ciudadanos asistirán perplejos a este tipo de ceremonia de la confusión que consiste en complicar y enturbiar determinadas realidades a base de sobreinterpretación y palabrería. A veces, la peor manera de entendernos no es hablando poco, sino hablando y opinando demasiado.

Así pues, en estos momentos el hecho completamente excepcional de que un colectivo de ciudadanos tan enorme y tan diverso se una y salga a la calle, sacrificando un día de fiesta, para hacer política habrá sido valorado, malinterpretado, tergiversado, reducido y maximizado hasta la saciedad y casi hasta el extremo de hacer incomprensible lo que no puede ser más claro. Lo que hace que más de un millón de personas hayan llenado las calles, por tercer año consecutivo, puede ser interpretado como se quiera, ya le pueden dar mil vueltas, pero no puede ser más fácil de entender: quieren votar... Queremos votar. Y lo haremos. ¡Seguro!