La rueda

Todo poderoso señor juez

JULI CAPELLA

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No se si debo llamarle señor o su señoría. Siempre me ha parecido usted alguien muy distante y distinto del ciudadano. Carca y/o excéntrico. Pero en estos momentos se está convirtiendo en algo así como un salvavidas popular, un demiurgo al que apelar. Ya sabemos que usted no imparte justicia, eso no lo hace ni Dios, sino que usted se limita a interpretar leyes, a menudo tan injustas. Pero sea como fuere, le necesitamos más que nunca. Porque no nos fiamos del poder legislativo, un Parlamento donde no se parlamenta, atiborrado de fantasmas, es decir, de espectros ausentes cuya labor está usurpada por misteriosos entes superiores. Tampoco nos fiamos de un poder ejecutivo que está demostrando incapacidad flagrante, dejación y sobre todo una insensibilidad escalofriante. ¿Son conscientes del dolor que causan? Por eso nos queda confiar en su tercer poder, que más bien siempre nos ha infundido miedo y tiene fama de lento, farragoso y ahora además, caro. Mira por dónde es nuestro último recurso de esperanza, la independencia de un juez justo, que se plante ante tanto atropello y corrupción. Pero vemos que ustedes tanto salvan a un desgraciado de la estafa de un banco, como se cargan la decisión democrática de un parlamento. Tanto ponen a un chorizo en su sitio, como expulsan a un colega incómodo.

Por suerte nos queda un supuesto cuarto poder para contrarrestarlo: la prensa honesta y algún programa que se ha colado en la televisión, y ha decidido ejercer presión ante tanto mamoneo.

Lo triste es comprobar como el primer poder, el segundo y el tercero, más el cuatro, el denominado quinto (internet) y el supuesto sexto (el territorio), se pueden resumir en uno solo, sobre el que gravitan todos al unísono: el maldito parné. Y sin embargo hay otra acepción asimétrica de poder que es querer. Queremos poder cambiar al poder.