Todo pasa y no pasa nada

Una de las peculiaridades de internet es que no solo debe ofrecer información constante; como nos ha acostumbrado a la velocidad, además le exigimos acción, actividad, que pase algo. Si no, peligra que nuestro timeline timelinesea aburrido. Así, esperamos que los momentos considerados históricos también sucedan en un tiempo récord. Un medievalista habla en siglos, incapaz de concebir una unidad temporal menor.

Respecto al tema de la consulta, te vas a dormir un lunes con la noticia de que finalmente no se llevará a cabo y cuando te levantas el martes resulta que sí se hará, aunque no sea como estaba acordado. Del referéndum hemos pasado a una denominada participación ciudadana que ya se da cada 11-S, y a diario en las redes sociales. La ligereza con la que Artur Mas convoca y desconvoca a los catalanes responde más a una intención de convertirse en trending topic trending topicpara que el mundo nos mire, que a una voluntad real por satisfacer la voluntad de un pueblo.

Resulta paradójico que pida unidad el presidente de un partido al que le cuesta mantener una cohesión con Unió, con el resto de grupos y con el Estado español. En internet todo es fácil e inmediato. Tienes amigos nuevos con solo hacer un clic, eliges el perfil que te interesa y puedes encontrar casi cualquier cosa en apenas unos segundos. Pero los cambios sociales son mucho más complejos. Pretender incidir en ellos con un intermitente «ara sí, ara no» solo consigue que la hora de decidir no llegue nunca. Nada desalienta tanto como la indefinición.

Por internet pasa todo y no pasa nada. Aplicar sus dinámicas a la política es una frivolidad porque, aunque se ha creado la necesidad virtual de que todo cambie minuto a minuto, en realidad permanece igual. Los temas más comentados enseguida pasan a ser historia. Que no es lo mismo que hacer historia.