mi hermosa lavandería

Todo es muy raro

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ISABEL COIXET

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1. El bar está lleno y el hombre lleva un rato en la barra, confuso, hablando para sí mismo. La gente le mira con prevención. Con rechazo. Algunos se van. El hombre parece cada vez más fuera de lugar. Habla de conspiraciones, de complots. Oye voces. Su comportamiento es cada vez más extraño. La gente que trabaja en el bar le ruega que baje el tono. Que se vaya. Los clientes se quejan. Ahora se pone a desvariar en la terraza. Molesta a los clientes. Orina en un árbol. Los del bar llaman a los Mossos d’Esquadra. Estos aparecen. Dos coches con seis de ellos. Van a detener al hombre. Este no se deja. Se rebela. Insulta. Muerde. Consiguen reducirle y ponerle las esposas. Con las esposas puestas, se le para el corazón. Muere. El hombre padecía frecuentes depresiones. Los que le vieron antes de que los seis mossos aparecieran afirman que parecía claramente perturbado. Enfermo. Tenía brotes psicóticos y aquel día le habían bajado la medicación. Ahora está muerto. Todavía no se han esclarecido las causas de la muerte. Hay una investigación en marcha. Habrá un juicio, quizás. La familia espera una explicación.

2. Una mujer va a una manifestación. Una manifestación pacífica. Una manifestación de ciudadanos cansados. Cansados de manifestarse, probablemente. Camina tranquilamente. Sin gritar. Sin molestar a nadie. De repente nota que algo terrible ha pasado. Siente un dolor agudo en el ojo. Un dolor como no lo ha conocido antes. Las personas que están con ella ven cómo se tambalea, ven la sangre manando de su ojo. Una pelota de goma se lo ha destrozado. La llevan al hospital. No hay manera de salvarle el ojo. Lo pierde. Nadie se hace responsable de lo que le ha pasado. Los que se encargaban del orden público en la manifestación niegan que utilizaran pelotas de goma. Lo niegan totalmente. Nadie ha disparado la inexistente pelota de goma que le ha destrozado el ojo. Desde los estamentos oficiales, nadie se interesa por la salud de la mujer. No hay ni una llamada. Nadie se disculpa. Nadie.

3. A un joven aficionado al fútbol, en el intermedio de un partido, la policía le pone un ojo a la funerala. Él les insulta, la policía le insulta. Regresa a su pueblo y un incidente que pasa cada día aquí, allí, en Manchester o en Uganda, en todos los campos de fútbol del planeta, se convierte en una cuestión de Estado y el citado joven, en un mártir de la libertad y la democracia. Se multiplican los actos de apoyo al chaval. Hay manifestaciones. Se piden dimisiones. Cabezas. Responsables. El presidente autonómico llama a otro presidente y al ministro de turno. Se exige justicia. La tierra tiembla. Todo es muy raro.