Al contrataque

Tocables e intocables

No sabemos si en España estamos ante una nueva versión de 'El Gatopardo' o empiezan realmente tiempos con justicia de verdad

Fernández Ordóñez, este lunes en las Corts Valencianes.

Fernández Ordóñez, este lunes en las Corts Valencianes. / MIGUEL LORENZO

ANTONIO FRANCO

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Si me piden que explique en cuatro líneas cómo van las cosas, no tendré más remedio que recordarles que la democracia española ya nació bastante mal. Que después de la durísima purga de la guerra civil nos dejaron acceder a una democracia a cambio de que la aceptásemos olvidadiza respecto a lo que había pasado y presidida por la idea no escrita de que en materia de justicia había tocables e intocables. Ese era el enfoque. En la tienda había otros modelos de democracia, pero el que nos dejaron comprar era únicamente ese.

Con esa gran limitación, a partir de ahí tiramos hacia adelante gracias a la buena voluntad de la mayoría de la gente. Pero la justicia capada no era la única cortapisa: tuvimos que aceptar que, como en un cuento oriental, condujesen la barca una mezcla de personas prudentes y personas cobardes, pero sin darnos opción a distinguir quiénes eran lo uno y quiénes lo otro. Con el freno puesto, no se fueron corrigiendo los problemas a través de una paulatina evolución. Y eso no fue todo: junto a ellos consiguieron perpetuarse gran cantidad de vividores de la cutre derecha eterna española y de esos llamados Altos Cuerpos del Estado, radicados en Madrid, que configuran el tejido estructural del Estado.

Esta es mi visión de lo que ha sucedido y la clave, creo, de lo peor de lo que nos pasa. El arma favorita de este último grupo hiperconservador ha sido siempre su manejo de la justicia, es decir, la elaboración de las leyes, el control a distancia de los tribunales y la preservación de aquel principio de que hay tocables e intocables. Y eso es lo que cruje ahora, gracias a que los llamados radicales espabilan a los muy dormidos y muy conformistas que se autodenominan políticamente correctos. Pero cuando después de aquella imagen histórica de un rey pidiendo perdón quienes desfilan por los banquillos de los acusados empiezan a ser políticos (algunos de ellos incluso no catalanes) o los señores Urdangarin, es que pasa algo. El último intocable imputado es un gobernador del Banco de España. Según la acusación, en vez de controlar la banca en Bankia facilitó el acceso del lobo al corral de las ovejas. Parecía que el sistema, cobarde, le iba a dejar impune (incluso sin la pena de telediario), pero no.

¿LLEGAN LOS CAMBIOS DE VERDAD?

Con todo, no se confíen. Es lícita una duda: no sabemos si estamos ante una nueva versión de El Gatopardo (que cambie algo para que no cambie nada) o empiezan realmente tiempos con justicia de verdad. Un ejemplo: algunos de la Gürtel están en la cárcel, sí, pero la trama de corrupción del PP difícilmente habría podido cometer sus desmanes sin que la dirección del partido, es decir, Aznar Rajoy, estuviese implicada. Pasan cosas, algo es algo, ¿pero les juzgará a ellos la justicia de verdad?