NÓMADAS Y VIAJANTES

Titulares neutros en Gaza

RAMÓN LOBO

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A nadie le importan las matanzas de la República Centroafricana y Siria. En Irak no preocupan los muertos, solo el petróleo. Hay guerras de primera, de segunda e invisibles. También existen conflictos de primera en los que una parte, la que pone los muertos, es tan invisible como el hambre en África o en España. La visibilidad depende de los medios de comunicación. Además de misiles, llueven sobre Gaza miles de titulares neutros, equidistantes. Son los más dañinos. Nada es blanco o negro; las historias tienen contexto, un porqué. Se esgrime que Israel tiene derecho a defenderse, que es cierto, pero no se reconoce ese mismo derecho a un pueblo ocupado. Hay desigualdad en las armas, en las noticias y en los límites.

Desde la muerte de Yasir Arafat en 2004, los palestinos están huérfanos. Falta una figura política capaz de sostener su causa, de dotarla de visibilidad internacional. Arafat, con sus muchos defectos y errores, ofreció a los palestinos una identidad definida en la guerra y en la paz, y les dio esperanza: el cuento de los dos Estados. Su sucesor, Mahmud Abás, es un incompetente, por eso es presidente de la inexistente Autoridad Nacional Palestina. (ANP)

Tierra usurpada

Su causa, la de su tierra usurpada en 1967 tal y como lo reconoce el Consejo de Seguridad de la ONU, languidece atrapada en la espiral de la globalización informativa en la que los perdedores no tienen sitio. Gustan los ganadores, la gente guapa, los brokers que predican el fin del mundo mientras se forran a espuertas. Se esfumaron las personas, quedan los beneficios, los paraísos fiscales, las SICAVS y las estadísticas. En ese mundo no hay pobreza ni desahucios ni paro.

Es cierto que Hamás no hace esfuerzos por mejorar su imagen: se nutre de la misma retórica de inquina que bulle al otro lado. En la actual ofensiva Margen Protector, otro ejercicio de propaganda de Netanyahu, se ha multiplicado el odio y las declaraciones violentas, como la de bombardear Gaza hasta dejarla como un parking; también las racistas, de acabar con los árabes. Ese es el plan inconfesable: echar a todos los palestinos, anexionarse Cisjordania. La paz es imposible porque el negocio y los votos están en la guerra.

El asesinato de tres adolescentes judíos en Hebrón fue, al parecer, obra de una especie de IRA Autentico de Hamás. Tendría sentido porque además del horror del crimen, su estupidez, sorprende la inoportunidad del momento. Son muertes que perjudican a Hamás, que acababa de entrar en el Gobierno de Abás. No hablo de teorías conspiranoicas, sino de un grupo incontrolado.

Si tras el atentado de Omagh (Irlanda del Norte), en el que murieron 29 personas, el Reino Unido hubiese detenido a cientos de jóvenes sin otra vinculación al crimen que ser irlandeses católicos (palestinos en el caso de Hebrón) y lanzado una larga operación de castigo de bombardeos sobre Dublín, nos resultaría fácil entender la desmesura de lo que está ocurriendo en Gaza.

A los asesinos se les detiene, se les juzga conforme a unos procedimientos y, en el caso de condena, se les envía a prisión. Los castigos colectivos no tienen nada que ver con la democracia, son instrumentos de las dictaduras y del fanatismo. Israel se hace un enorme daño. No solo de imagen, que les da igual mientras que EEUU les proteja y la ONU sea tan desesperadamente lenta e inútil, es el proceso de deshumanización de los palestinos en el que los israelíes se han dejado gran parte de sus valores.

Espiral de manipulación

Hay una espiral de violencia en la que ya nadie es inocente, solo los civiles de los dos lados. Hay una espiral de manipulación del dolor y el miedo en la que los periodistas no estamos haciendo nuestro trabajo al ser cómplices.

El Holocausto fue un hachazo brutal en la memoria y en la conciencia de los judíos, y debería serlo en la nuestra. Ese hachazo determina una forma de ver el mundo, de sentirse amenazado y exige ser el más fuerte todos los días. Debe de ser una piedra muy cansada de arrastrar. Quien fue maltratado, maltrata, es lo único que tiene en el almacén de su memoria: dolor, golpes, trenes, exterminio. Ahora son los palestinos los que pagan las consecuencias, los que sufren el círculo de la violencia. No son solo los cohetes de Hamás, es la violencia doméstica que se ha incrustado en el corazón de muchas familias. Mientras no seamos capaces de detener la rueda del hámster, la paz es imposible. Ganan los patrocinadores de la exclusión, pierden los inocentes sea cual sea su apellido y religión. Pierden los de siempre.