Dos miradas

«Titerera morisma»

Dos inocentes titiriteros han sufrido en sus propias carnes la locura de los nuevos quijotes de la decencia y la corrección política

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Me ha sorprendido mucho que los abogados defensores de los titiriteros de La bruja y don Cristóbalhayan tenido que recurrir a la execrable Rambo para justificar el reino de la ficción. No era necesario que fueran a parar a Lukács, a Forster, a Vargas Llosa o a tantos otros analistas de la teoría literaria. Habría bastado con repasar las aventuras del Quijote y detenerse en aquella deliciosa escena de la segunda parte, la del espectáculo de marionetas de Maese Pedro.

Recordémosla. Se representa el «retablo de la libertad de Melisendra», hecha prisionera por los moros, con tanta verosimilitud que al Quijote, excitado, «parecióle ser bien dar ayuda a los que huían». En su tergiversación de la realidad, y ante la creencia de que la ficción era del todo cierta, «desenvainó la espada y de un brinco se puso junto al retablo, y con acelerada y nunca vista furia comenzó a llover cuchilladas sobre la titerera morisma». Maese Pedro, asustado e incluso en peligro de perder la vida, se opone a él y dice: «Deténgase vuesa merced, señor don Quijote, y advierta que estos que derriba, destroza y mata no son verdaderos moros, sino unas figurillas de pasta».

Me han de perdonar las largas citas, pero creo que no son nada inútiles en la defensa de los inocentes titiriteros acusados de terrorismo, que han sufrido en sus propias carnes la locura de los nuevos quijotes de la decencia y la corrección política. Ay, si Cervantes viera lo que vemos...