DOS MIRADAS

Tinta borrada con sangre

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El 7 de enero, un atentado yihadista contra el semanario 'Charlie Hebdo' en París  asesinó a 12 personas e hirió a otras cuatro. 'Todos somos Charlie' se convirtió  en el clamor de una Europa conmocionada.

'LÁPICES Y FUSILES', POR JOSEP MARIA FONALLERAS

El lápiz se impuso por unos días como símbolo de la libertad. Recuerdo aquel dibujo que atribuyeron a Banksy: un lápiz roto se convertía en otros dos lápices, cada uno con su alma renovada, cada uno dispuesto a multiplicarse en decenas de lápices con una nueva punta, capaz de reescribir la historia, de dibujar una y otra vez los trazos que algunos querrían para siempre borrados de la faz de la Tierra o, simplemente, del papel prensa. Esa misma imagen, llevada al límite, nos habla del final (por ahora) de la triste historia de 'Charlie Hebdo'. Hubo grandes manifestaciones, unos cuantos hipócritas en primera fila y muchos aspavientos, pero el lápiz partido resulta que, en cada quiebra, en cada rotura, es más y más pequeño y tiene, en su interior, menos mina de grafito. La revista ha anunciado que ya no publicará más caricaturas de Mahoma, y Luz, el dibujante que sobrevivió, se va porque quiere vivir una vida normal sin tener que convocar cada día a los fantasmas de sus compañeros. Todos fuimos 'Charlie Hebdo', pero no se sabe hasta cuándo seguiremos siéndolo. Quedan los lapiceros de colores que se confundieron con las flores en el homenaje a los muertos. Y permanece, inmutable, la certeza del horror. Quisimos creer que un lápiz es más potente que un fusil. Lo es solo en un sentido. El lápiz necesita una mente que le guíe. A un fusil le basta con un dedo que apriete el gatillo.

'NO SOMOS NADA', POR EMMA RIVEROLA

Somos los personajes que ya nunca naceremos. Estábamos ahí, entre esos lápices. Pero silenciaron el ingenio que iba a crearnos y la gestación se interrumpió. Ahora estamos perdidos en el limbo de los personajes sin viñeta. No sabemos muy bien cómo comportarnos y nos cuesta encontrar las palabras para expresarnos, es lo que ocurre cuando nadie te enseña a hacerlo. No es fácil, ¿sabe?, esta sensación de no poder expulsar todas las palabras atragantadas. A veces pensamos en los que iban a crearnos, buscamos sus rostros, tratamos de olvidar el instante en que los perdimos y jugamos a imaginar cuáles hubieran sido nuestros trazos. Es fácil que entonces nos peleemos entre nosotros. A todos nos gusta creer que hubiéramos sido los más divertidos, los más provocadores, la estrella de la página. Y seguimos aquí, en el limbo, esperando que alguien, usted mismo, lector, nos recoja. Seguro que, más allá del calor del verano, hay alguna situación que le calienta (en el sentido de indignación, entiéndame). Algo que le rebela. Si es así, le animamos a rebuscar en su imaginación. Es muy probable que se encuentre con alguno de nosotros. Algún tipo feúcho e irreverente, de nariz prominente o con cuatro pelos mal dispuestos. Si es así, por favor, no se calle. No se quede cruzado de brazos. Este limbo es un aburrimiento mortal. Utilícenos. Adóptenos. Engéndrenos. Los personajes sin autor no somos nada.