OPINIÓN

El timo de las pensiones

JESÚS RIVASÉS

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Luis Linde, gobernador del Banco de España, ha pronosticado, alto y claro, una bajada de las pensiones futuras. Sus palabras exactas fueron que «el sistema de pensiones no garantiza el nivel que esperan los españoles». Quizá Linde no sea más indicado para advertirlo -aunque alguien debe hacerlo-, pero tiene razón. «La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero», sentenciaba Mairena. Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, salió raudo al quite para tranquilizar a todo el mundo y proclamar que «es el Estado español quien garantiza las pensiones» y él también tiene razón.Puede parecer contradictorio, pero no lo es, es la síntesis cuasi perfecta de esa especie de gran timo, inadvertido para la mayoría, que son las pensiones españolas del futuro. Todo se resume en que cada vez serán más exigentes los requisitos para acceder a una pensión y su importe también será cada vez menor.

La aparente contradicción entre las afirmaciones de Linde y Montoro no es tal. Efectivamente, como apunta el gobernador, las pensiones del futuro no serán lo que desean los ciudadanos después años de cotización. Como sostiene el ministro, el Estado garantiza -y garantizará- las pensiones. La clave es que nadie puede aventurar, tampoco el Estado, cuál será el poder adquisitivo de esas pensiones futuras. Están garantizadas, pero no su cuantía ni su valor real.

Todo se complica porque el problema es enrevesado y los distintos gobiernos, del PSOE y del PP -y los nuevos partidos no quieren saber nada de este asunto, en algunos casos quizá por ignorancia-,  siempre han eludido planteárselo a los ciudadanos con claridad porque es un tema espinoso, que no solo no da votos, sino que puede quitarlos.

Felipe González debió soportar dos huelgas generales -la primera en 1985- por culpa de las pensiones y un desliz de Aznar en ese terreno quizá le impidió ganar las elecciones de 1993. Luego, Zapatero también tuvo que apechugar con otras dos huelgas -el 2010 y el 2011- por congelar pensiones y endurecer las condiciones de acceso. Antes, en marzo de 1985, la mayoría de los partidos alumbraron el Pacto de Toledo para garantizar las pensiones futuras, pero que incluía el acuerdo excluir de la contienda electoral ese debate.

Desde entonces, gobierne quien gobierne, todas las reformas aprobadas para garantizar las pensiones futuras han seguido el criterio de endurecer las condiciones para tener derecho a una pensión con el propósito, loable, de que siempre se puedan pagar, pero con la consecuencia de que cada vez será más difícil alcanzar la prestación esperada.

El problema no es insoluble, pero casi. España gasta 120.000 millones de euros/año, el 12% del PIB en pensiones, y la tendencia es que suba y, como todo se basa en que los trabajadores activos -que no crecen lo suficiente- pagan las pensiones de los jubilados -que aumentan-, las cuentas no salen. Por eso las pensiones del futuro, como dice Linde, no serán las que esperan los españoles.

Nadie quiere abordar el asunto y tampoco nadie tiene una solución clara y menos los que se presentan como nuevos salvadores de todo y de todos. Hay otras vías, pero todos las descartan y ocultan. El timo de las pensiones. Mientras, en Grecia «disfrutan» del corralito decidido por Syriza.