La tierra y el mar se tragan a los pobres
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
SÍLVIA CÓPPULO
El terremoto de Nepal nos sacude. 7,9 grados en la escala de Richter. Hablamos de más de dos mil personas muertas sabiendo que a medida que pasen las horas y los días esta cifra irá aumentando.
Oímos las voces de los que han podido salir con vida y vemos con incredulidad imágenes de edificios hundidos, fragmentos de cuerpos humanos entre montañas de escombro, el polvo que todo lo tapa, y miedo y valentía a partes iguales entre los que sufren y los que corren para ayudar. Miramos el mapa y explicamos las coordenadas geográficas y vitales. Situado entre India y China, Katmandú es la capital de un país que recibe turistas en busca de aventuras. Que tenemos presente porque hace unos años el príncipe de la corona Dipendra mató a diez miembros de su familia y después se suicidó. Nepal vivió una rebelión maoísta y llegó una república todavía con una democracia incipiente. Explicamos también que Nepal ya vivió otro terremoto grave en 1934 que causó más de 8.500 muertos. Y que ahora puede haber réplicas.
Cuando hayamos visto que en aquella zona que la tierra tiemble no es una cosa tan extraordinaria, asumiremos con más facilidad la destrucción, la desesperación y las vidas humanas perdidas. Está claro que si bien los terremotos son lo que llamamos "fenómenos naturales", la devastación no lo es. Y que tenemos el ejemplo de otras ciudades y países, donde los edificios se han construido a prueba de terremotos importantes. Cuando la tierra se sacude, las edificaciones apenas se mueven un poco para volver a su sitio. Está claro que esto lo hacen los países ricos.
Este fin de semana la tierra se ha abierto y se ha llevado miles de vidas humanas. La semana pasada era el mar el que se tragaba más de un millar de personas ante las costas de Italia. Una barca llena de inmigrantes se hundió. El mar no era el responsable de la tragedia. Pero casi no nos damos cuenta. Y un hecho y el otro, el terremoto y el naufragio, se sitúan en la misma zona de nuestra mente. Porque tierra y mar se tragan a los pobres.
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