Tiempo de mujeres en la política

De un tiempo a esta parte, hay una creciente presencia de las mujeres en la política. No es que sea una invasión femenina, pero si comparamos qué pasa hoy con el panorama de cuando yo era joven, la diferencia es impresionante. En otros ámbitos –cultural, científico, artístico– ya hubo en el siglo pasado muestras de mujeres relevantes.

Pondré solo un ejemplo, el de Madame Curie, una física francesa de origen polaco, que hizo descubrimientos fundamentales en el campo de la radiactividad. Compartía las investigaciones con su marido, pero el nombre no. Solo contaba el de él. Ella se llamaba Sklodowska. No recuperó el apellido ni cuando él murió. Ni cuando en 1903 la investigadora compartió el Nobel de física con su marido y Becquerel por el descubrimiento de la radiactividad.

Pienso que hoy tiene que dar cierta angustia que el famoso filósofo Ortega y Gasset dijera: «La identidad de la mujer es poco personal, o dicho de otro modo: la mujer es más bien un género que un individuo». ¿Alguna mujer ha osado decir que el hombre es más un género que un individuo? La visión despersonalizada de la mujer ha arraigado mucho. Incluso Oscar Wilde, que además de poeta y novelista era ensayista, llegó a sentenciar: «Las mujeres son un sexo decorativo. Nunca tienen nada que decir, pero lo dicen de una manera encantadora».

En nuestro tiempo ya nadie puede tener la venda en los ojos. Si se me permite la ironía, las mujeres tienen tanto derecho como los hombres a ser ineficaces, pretenciosas y antipáticas. Y también, naturalmente, tan capacitadas y tan ambiciosas. ¿Era imaginable cuando yo era joven que en Catalunya habría tantas alcaldesas y tantas 'conselleres'? No son pocas las mujeres que son elegidas para un cargo público. La masculinidad ha dejado de ser una condición casi exclusiva en política y en muchos otros ámbitos. Ahora ya podemos criticar felizmente tanto a ellos como ellas.