Iniciativa feminista

¡Tía buena!

Demasiado a menudo, las quejas por el acoso callejero provocan condescendencia, burla o, simplemente, incomprensión

EMMA RIVEROLA

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Retenciones en la salida de Barcelona. De repente, el tipo del coche de delante saca la cabeza por la ventana, agita los brazos de forma enérgica y grita como un energúmeno. ¿Le ha afectado el calor? ¿Un ataque de nervios por el atasco? Pero, ¿por qué mira y dirige su bramido hacia la izquierda? Un momento, escuchemos qué grita. «¡Tía buena!», «¡Maciza!», «Te voy a…» etc… Y en la lejanía de la acera, con cinco carriles y un paseo entre medio, una mujer en minifalda camina ajena al ataque de calentura del conductor.

La anécdota es ridícula, incluso provoca alguna risa por la estulticia de quien se desgañita gritando cuando es imposible que el mensaje llegue a su destinatario. Pero imaginar esa misma situación con la joven a dos metros de distancia ya no hace tanta gracia. La iniciativa de dos mujeres de denunciar a los acosadores callejeros de Barcelona fotografiándoles y subiendo las imágenes a Instagram es arriesgada. Puede vulnerar el derecho a la imagen y al honor del fotografiado. Pero es un modo efectista de dar visibilidad a un problema que aún muchos cuestionan que exista.

Demasiado a menudo, las quejas por el acoso callejero provocan condescendencia, burla o, simplemente, incomprensión. Pero no hay nada irrisorio en que un desconocido despierte tu inseguridad. No es agradable saberse vulnerable. Cuando no todos los ciudadanos pueden sentirse cómodos y dueños de las calles, es que el problema es real.