Pequeño observatorio

Testimonio de unos hechos increíbles

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Pienso que nadie negará que hacerse viejo tiene, en principio, bastantes inconvenientes. Naturalmente, lo sé por experiencia. Uno de los problemas es la pérdida de memoria, que puede ser generalizada o puede ser limitada en un ámbito. A mí me pasa que reconozco las caras de los que se me acercan pero a veces no recuerdo sus nombres. Me autoexcuso diciéndome que he conocido mucha gente, pero la pérdida existe. Suerte tengo de poder leer algunos textos que me llevan al pasado. Y cuando los repaso me doy cuenta que he vivido una época que hoy parece increíble. La época del franquismo y de la democracia orgánica que intentaba enmascarar la dictadura. Con permiso de los lectores, y para que los más jóvenes se queden estupefactos, citaré algunos textos y algunos hechos de aquellos tiempos que recogió mi amigo Rafael Abella.

«El gobernador civil de Barcelona visitó el manicomio de Santa Coloma y los alienados le despidieron brazo en alto». La 'depuración' llegó incluso a los tradicionales cuentos infantiles. 'Caperucita Roja' sufrió un cambio de color. En un cuento infantil se explicaba que «el hada azul me tocó con su varita y me convirtio en azul». No todo era simplemente grotesco. «Mañana hará cuatro lustros que el rostro purulento de Azaña, con sus verrugas guardando el antro bucal como perros de caverna...»

Y un obispo de Madrid le dijo a Franco, que iba bajo palio: «Nunca he incensado con tanta satisfacción como lo hago ahora con Vuestra Excelencia». Había que obtener, para poder hacer una petición, un certificado de adhesión al régimen, y los que éramos unos niños se nos preguntaba con la más maliciosa intención dónde estaban nuestros padres el 18 de julio de 1936. Si se conseguía que una criatura inocente delatara a su padre...

Los pocos supervivientes de aquellos tiempos creo que tenemos una obligación: pasar estas informaciones a los jóvenes de hoy, que no pueden imaginárselo.