La violencia yihadista en Europa
Terrorismo para largo
El miedo colectivo, el cambio de hábitos, la suspicacia ante lo musulmán son éxitos para los terroristas
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
XAVIER BRU DE SALA
Ahora, el mal ya está hecho. El terrorismo se ha instalado en Europa por culpa de una serie de errores encadenados, que empiezan con la tolerancia ante la expansión del islamismo radical, a cargo de los amigos del petróleo árabe, prosigue con la invasión de Irak y culmina con el apoyo occidental a los rebeldes de Siria. La combinación de los tres disparates ha propiciado que el fundamentalismo dispusiera de un Estado. En paralelo, la muy deficiente integración de millones de musulmanes en Europa, ha generado una brecha de frustración por donde penetra el radicalismo. Si los atentados no se suceden a un ritmo espantoso en los próximos meses y años será por la eficacia defensiva de la seguridad, no porque no haya en Europa docenas o centenares de yihadistas, entrenados y organizados, dispuestos a inmolarse a cambio del mayor número posible de víctimas.
Mientras los responsables de la lucha antiterrorista intentan evitar nuevos ataques, nos deberemos adaptar al nuevo paradigma del terror. La obligación de los ciudadanos europeos es sobreponerse al estado de choque y disminuir el impacto emocional, tragar la saliva de la psicosis y aprender a vivir con el riesgo. Es duro, pero es imprescindible. El miedo colectivo, el cambio de hábitos, la autorreclusión, la suspicacia permanente ante la población musulmana, no son sino una victoria de quienes pretenden la destrucción de Occidente.
Para reducir la amenaza hay que comprender bien el terrorismo islamista, atacarlo de la forma más eficaz posible en el frente militar, y disputarle el apoyo social dentro de la comunidad musulmana. El presidente Hollande ha reaccionado bien con la intensificación de los bombardeos a los centros neurálgicos del Estado Islámico. Las comparaciones con Bush hijo son fruto de la ofuscación antibelicista. Bush creó el problema, claro. Pero los bombardeos de ahora son imprescindibles para no agravarlo. Es conocido, como mínimo desde Pompeyo el Grande, que si el enemigo dispone de bases o santuarios seguros, su peligrosidad es mucho más elevada. Con Irán se ha podido negociar. Contra el fanatismo del Estado Islámico no hay más lenguaje que el de las bombas. Si no es atacado, se consolidará y se expandirá aún más.
Será imposible devolver unos mínimos de estabilidad a Irak y Siria sin la odiada realpolitik, que considera a los dictadores como mal menor en comparación con los islamistas. Hay que reconocer la miopía del apoyo a las primaveras árabes y su fracaso. Egipto vuelve a ser una dictadura militar porque la alternativa son los Hermanos Musulmanes. Después de París, Europa hará todo lo posible, junto a Rusia, para que Siria vuelva a la condición de feudo de un sátrapa asesino llamado Bashar al Asad. Asesino de sus opositores, no de nuestros conciudadanos. Primero nuestra seguridad, después y si no tiene costes, su democracia. Es cínico. Es egoísta. Es así. Contra lo que afirman algunos observadores catastrofistas, ahora sí existe un plan y un objetivo común, impedir que el Estado Islámico controle territorios, hacerles la vida imposible a los yihadistas en sus feudos. El precio en vidas humanas puede ser alto, pero no tanto como el de prolongar la guerra civil en Siria.
ESTAMOS EN GUERRA
¿Estamos en guerra pues? Sí porque un enemigo pretende nuestra destrucción. No por el desequilibrio de fuerzas. Si el Estado Islámico los tuviera, enviaría aviones a bombardearnos. Si pudiera, nos invadiría con tanques. Como que no puede, ni podrá, su sueño más macabro consiste en organizar guerrillas urbanas en el interior de Europa. De momento se deben limitar a los atentados terroristas. El peligro es más grande que el de ETA y el IRA juntos, porque los yihadistas son más, causan grandes masacres y, sobre todo, están dispuestos a inmolarse. ¿Recuerdan al primer terrorista suicida documentado? Es un héroe de la Biblia llamado Sansón. A este extremo no se llega sin el convencimiento de que la situación es desesperada y hacen falta héroes salvadores, ni sin la multiplicación del fanatismo religioso por el patriótico.
Con todo, la parte más difícil de cualquier solución corresponde a la sociedad y consiste en una mayor integración de la población musulmana. Es mucho más largo y complicado, pero hay que poner fin a la política de guetos. Los terroristas son como los peces, que necesitan agua en abundancia para nadar. Este agua son los guetos condenados a la exclusión. La desigualdad y la falta de oportunidades se deben sustituir por sus contrarios. No podemos ganar la batalla de las ideas y los valores con estas condiciones de pobreza. La sociedad se debe abrir más a su diversidad. No habrá más libertad sin mayor igualdad. No hay fraternidad sin confraternización.
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