Al contrataque

'Terra ignota'

El proceso catalán ha dado paso al proceso español, y a la imparable oleada independista catalana se le suma ahora el tsunami de Podemos

ERNEST FOLCH

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Ya hace muchas pantallas que el juego del proceso no trata de Catalunya sino de España. La cuestión central ya no es ninguna identidad territorial sino la naturaleza misma de un régimen en plena fase de autodisolución. Lo más curioso es que este Estado que dice que no a todo, directamente o por tribunal interpuesto, no se está destruyendo por ningún conflicto jurídico, sino solo por su incapacidad de responder al monumental reto intelectual que se le ha planteado. En este presunto diálogo entre los que defienden la legitimidad de las urnas con parrafadas inagotables de argumentos y los que contestan a todo con un patético «no», está la clave para entender el punto muerto exacto en que se encuentra España. Estamos en un momento cumbre y casi socrático donde los argumentos de unos ganan por pura lógica al silencio de los otros. Mientras en el bando insumiso hay una brutal efervescencia intelectual para cuestionar el sistema, hacerse preguntas existenciales y una curiosidad ingenua para entender y cuestionar el por qué de cada paso, en el otro emerge la fría e invisible presencia de un Estado que niega sin otra razón que su propio corpus legal. En un lado hay millones de preguntas que se encabalgan las unas a otras; en el otro, solo una brevísima respuesta: «La ley». El resultado es que el último nodel aparato estatal ha conseguido el efecto revulsivo inverso y previsible de convertir la encuesta de este domingo en otra manifestación histórica, para confirmar que los ejércitos de abogados del Estado ganan en los tribunales del antiguo régimen pero pierden estrepitosamente en la batalla intelectual de las ideas: mandan, sí, pero ya no convencen.

El virus de la democracia

Semejante ceguera ha obrado un milagro que no estaba en ningún guion, y es una curiosa transferencia del virus de la democracia, como si de una epidemia se tratara: el proceso catalán ha dado paso al proceso español, y a la imparable oleada independentista catalana se le suma ahora el tsunami de Podemos, en una conexión atómica en la que ya no se sabe qué es causa y qué consecuencia de qué. Con este panorama, en Catalunya ya no cabe ninguna estupefacción ante otra negación del sistema, que actúa con el mismo automatismo ante la consulta catalana original, la descafeinada, o la inocua pregunta canaria sobre prospecciones. Al Gobierno solo le queda prohibir y bunquerizarse, a la espera de que la salvación llegue con el último comodín de la gran coalición PP-PSOE. La paradoja es que esta vez es el Estado quien pide a gritos que se le desobedezca y que lo haga alguien tan poco predispuesto a hacerlo como el Govern. Los que hace poco se escandalizaban con la desobediencia civil que invocó Junqueras están ahora obligados a ejercerla. Entramos en terra ignota, donde los exploradores avanzan sin mapas. Buen viaje.