tú y yo somos tres

Ternura en la sala forense

FERRAN MONEGAL

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Repuntes de insólita ternura en la sala forense del Deluxe (Tele 5). De pronto apareció Marta López en el plató. ¡Ah! Esta criatura llevaba dos años apartada de la tele. Marta se hizo famosísima a raíz de su ingreso como ratoncita en la ratomaquia número 2. Estamos hablando del año 2001. Desde su paso por la jaula de Guadalix, Tele 5 fue su mundo. En Crónicas marcianas, compartiendo broncas con el destroyer Coto Matamoros, estuvo cuatro años. Participó luego en todo tipo de realities de esta cadena. Fue también tertuliana en Sálvame. Y después de más de 11 años seguidos rustiéndose en el candelabro, decidió hacer un mutis. Desapareció. Ahora ha regresado ocasionalmente al Deluxe para enseñarnos el hermoso estado en que se encuentra: embarazada de ocho meses, un poco arruinada económicamente, pero inmensamente feliz. ¡Ah! La presencia de Marta en el plató ha concitado la ternura de los forenses allí reunidos. Ha sido una entrevista bonita. Insólito ejercicio en sala de despiece tan temible. Contó Marta que había invertido todo el dinero que ganó en la tele en la burbuja del ladrillo. Y que ahora las hipotecas que quedan por pagar la flagelan un poquito. Pero lo contó con alegría. Con elegancia. Se mostró feliz. Como en aquella divertida cumbia mexicana de La Sonora de Anaidita titulada La arruinada, que dice «Si tuviera vino le daría un trago / pero ya no hay ni copas porque las quebré», o sea, se puede ser optimista aunque no te quede ni cristalería. Advirtió Marta con una naturalidad muy ejemplar que había rechazado notables ofertas económicas para volver a los mordiscos televisivos. Esta confesión concitó el respeto de los allí reunidos. Y Jorge Javier tuvo un rapto delicado: le puso su manita en la barriga y se enterneció como un niño. Esta entrevista con Marta en el Deluxe ha sido de una rareza estimable. Había cariño. Es noticia.

BLANQUEO.- Acaba de inaugurar Jon Sistiaga en C+ un espacio (W!tness) en el que busca el talento de los que, cámara en mano, cuentan historias bien narradas. Nos ha impresionado la del cineasta Jorge Dorado. Se titula Khessal. El khessal es un producto corrosivo que triunfa en humildes peluquerías de Senegal. Lo usan para tratar el rostro de mujeres que aspiran a tener un cutis blanco. Son señoras aquejadas del llamado síndrome postcolonial. Creen que pareciendo blancas, triunfarán. Y la mayoría acaban destrozadas.