Tempestad mágica sobre Viena

La Wiener Staatsoper se abre a la ópera contemporánea con 'The Tempest', del británico Thomas Adès, basada en la obra homónima de Shakespeare.

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ROSA MASSAGUÉ

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Además de ser famosa por su excelencia musical, la Ópera de Viena también lo es por su tendencia a unas programaciones excesivamente clásicas desde el punto de vista del repertorio y de las puestas en escena, con poco espacio para las creaciones contemporáneas. Su director, el alsaciano Dominique Meyer quiere empezar a incorporar óperas de nuestros días --al menos una por temporada-- y lo ha hecho ya al final de la actual con 'The Tempest', la ópera del británico Thomas Adès (Londres, 1971).

La obra se estrenó en el 2004 en Londres y lo hizo con gran éxito. Desde entonces ha habido varias producciones. La que ha llegado a la capital austriaca fue estrenada en Quebec en el 2012 y después se instaló en el Metropolitan de Nueva York, teatro que la difundió también en cine.

Firma esta puesta en escena el canadiense Robert Lepage, un hombre que conoce todos los secretos y trucos (en el mejor sentido de la palabra) del teatro, capaz de crear unos mundos maravillosos (también de equivocarse como su último el 'Anillo' wagneriano para el Metropolitan). Con la ópera de Adès lo tenía relativamente fácil.

Está basada en 'The Tempest', la comedia de William Shakespeare, es decir, teatro en estado puro, con una partitura rica de colores, muy lírica en algunos pasajes, oscura en otros y con exigencias vocales en algunos casos casi estratosféricas. El resultado es un gran espectáculo que no decae tras la turbulenta y vibrante escena inicial cuando la tempestad que ha desencadenado Prospero desde su isla para vengar su exilio hace naufragar el barco en el que viaja su enemigo, el rey de Nápoles.

Lepage juega al teatro dentro del teatro. Aprovecha que Prospero es el duque de Milán para utilizar tres perspectivas distintas de La Scala y situar en ellas cada uno de los actos de la ópera. Utiliza el escenario del teatro milanés visto desde atrás o visto desde la platea, usa las butacas, los palcos, parte de la tramoya e incluso la concha del apuntador por la que desaparecen los personajes malvados como Calibán. También recurre a una lámpara, como si se tratara del fantasma de la ópera en la que vive y con la que se desplaza el personaje de Ariel, el espíritu juguetón que cumple las órdenes de Prospero.

Hay escenas de gran belleza como la partida de Miranda y Ferdinand, desobedeciendo las órdenes de Prospero, caminando de espaldas a la sala para sumergirse en un mar plateado, y otras, corales, en las que el colorido de los trajes está pensado hasta el último detalle.

Vocalmente, esta 'tempestad' contó con reparto de muy buen nivel, con Adrian Eröd (Prospero), Thomas Ebenstein (Caliban), Stephanie Houtzeel (Miranda), Pavel Kolgatin (Ferdinand), Herbert Lippert (King of Naples), Jason Bridges (Antonio), David Pershall (Sebastian) y Sorin Coliban (Gonzalo).

Mención aparte merece Audrey Luna, una soprano de coloratura cuyo papel de Ariel exige llevar la voz hasta los límites para interpretar más que palabras, los sonidos de una isla encantada, y al mismo tiempo hacer todo tipo de equilibrismos y funambulismos. Y lástima que el papel del dúo cómico formado por David Daniels (Trinculo) y Dan Paul Dimitrescu (Stefano) fuera breve, porque la pareja daba mucho de sí.

Ver cómo un compositor, en este caso Adès, dirige su propia obra es un plus inestimable. Si además la orquesta es de solvencia reconocida como la de la Ópera de Viena, el resultado no falla. Una mención merece también el coro por su buen hacer en las notables partes de conjunto. La ópera está cantada en inglés y sigue con bastante exactitud el verso que Shakespeare dio a su comedia, lo que le añade una gran belleza a la obra.

En esta 'The Tempest' todo resulta ganador. La música de Adès, sin ninguna duda. Pero quien realmente gana siempre es el Bardo de Avon. 

El próximo mes de octubre la tempestad de Adès se desencadenará nuevamente sobre Viena y la otra apuesta contemporánea de la nueva temporada será 'Tri Sestri' del compositor húngaro Péter Eötvös. Viena se contemporaniza.