Los riesgos del programa nuclear iraní

Teherán es el objetivo

Las petromonarquías han comunicado que cubrirán la demanda de petróleo y apoyarán un ataque

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RUBÉN HERRERO DE CASTRO

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El siniestro régimen de Irán no parece dispuesto a dar tregua a la comunidad internacional a través de su programa nuclear militar y sus amenazas de bloquear el estrecho de Ormuz.

El pasado 9 de enero, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) confirmó que Irán había comenzado a producir uranio enriquecido al 20% en su central nuclear subterránea de Fordo. Un porcentaje que excede en mucho el 3,5% necesario para uso civil. Nada nuevo: desde febrero del 2010 produce ese tipo de uranio en la central de Natanz. Ambas instalaciones, por cierto, mantenidas en el mayor de los secretos hasta que fueron descubiertas por observadores externos en el 2002 y el 2009. Irán mantiene así con paso firme los procedimientos necesarios para enriquecer uranio al 90%, esto es, el grado necesario para poder utilizarlo en un arma nuclear. Aunque todavía le falta un poco, los técnicos iranís ya dominan y aplican el proceso para producir material nuclear con fines militares. A los ilusos e ingenuos apaciguadores que todavía creen en la versión de Irán del uso civil de su programa nuclear, les recomiendo que lean el informe de noviembre del 2011 de la AIEA, en el cual se recoge que Teherán lleva más de una década realizando secretamente compras de material, actividades y programas con el objetivo de conseguir armas nucleares.

Cada vez falta menos para que uno de los regímenes más perversos de la Tierra se convierta en potencia nuclear. Hay que recordar que estamos hablando de un Gobierno que niega el Holocausto, que llama a la destrucción del Estado de Israel y que se sostiene en el poder represaliando a su población. ¿O acaso nos hemos olvidado ya del ahogamiento en sangre de la revolución verde iraní en el 2009?

Irán no puede bajo ningún concepto tener armas nucleares. A lo sumo, un programa nuclear de uso civil estrictamente controlado por organismos internacionales. Estos deberían empezar inmediatamente con la transformación de todo el uranio enriquecido en combustible para centrales limitadas al suministro de energía a la población. De lo contrario, se estará permitiendo que el agresivo régimen iraní adquiera el estatus de intocable en la zona, generando una carrera de armas de todos sus vecinos y desembocando en una inestabilidad insoportable en el área. No podemos repetir el esquema de la península de Corea, donde un Gobierno terrible y patético sobrevive por el solo hecho de tener armas nucleares y chantajea continuamente a la sociedad global.

También el inicio del 2012 ha sido testigo del nuevo desafío del régimen de Teherán, que ha manifestado en diversas ocasiones su voluntad de cerrar por la fuerza el tráfico marítimo en el estrecho de Ormuz. Cabe recordar que por este punto geográfico transita el 90% del petróleo que se produce en el golfo Pérsico, que a su vez representa un 40% del tráfico global de crudo por mar. A corto plazo, esta podría ser la situación que desencadenara un conflicto de consecuencias difícilmente calculables, pero no parece muy probable que Irán vaya a cruzar esta línea roja, muy claramente trazada por Estados Unidos. Más bien podría tratarse de una maniobra de distracción de la atención sobre el programa nuclear. Aunque no cabe duda de que, en caso de conflicto, el estrecho de Ormuz sería uno de los puntos de represalia principales de los iranís.

Ahora bien, ¿qué cabe hacer? Las alertas de la AIEA, las sanciones de EEUU, de la Unión Europea y de la ONU no están obteniendo ningún resultado. Irán cuenta por distintas razones con el apoyo de China y Rusia. Por otro lado, Teherán cuenta también con la probada tendencia a las negociaciones interminables y estériles de los organismos internacionales. Si algo nos ha mostrado la historia es que las políticas de apaciguamiento solo contribuyen a reforzar a los malvados. Para Irán, la voluntad de otros de negociar es un síntoma de debilidad. Y, claro, se trata de no parar de hablar y negociar mientras los oscuros intereses del régimen cobran vida.

Por tanto, si Irán no detiene su programa nuclear militar y no cesa en su actitud agresiva, habría que plantear una acción militar multilateral que detenga sus aspiraciones nucleares y reduzca su capacidad militar convencional de forma sustantiva, para evitar ataques en el estrecho de Ormuz y quizá acelerar la caída del régimen. Esta opción se va dibujando en el horizonte y es más que probable que suceda. Israel ya ha advertido, y con razón -le va su supervivencia en ello-, que no tolerará que su máximo enemigo disponga de capacidad ofensiva nuclear. Ante tal escenario, las monarquías petrolíferas, también amenazadas por los iranís, ya han hecho saber a EEUU que cubrirían la demanda de petróleo y apoyarían un ataque, al igual que algunos países de la UE. El tiempo se agota, Irán no cede y, por supuesto, habría que atacar antes de que disponga de armas nucleares. Por esta razón, ahora más que nunca, Teherán es el objetivo. Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.