Dos miradas

Tedio

Cada generación tiene sus símbolos o, si lo prefieren, su manera de sobrevivir al tedio. Lo fue el yoyó en su tiempo y ahora el trasto de moda se llama 'spinner'

JOSEP MARIA FONALLERAS

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En una de las escenas más sorprendentes del montaje de 'Ivanov' del Teatre Lliure, Andreu Benito, que interpreta al propietario rural Lébedev, juega al yoyó, aquella diversión infantil que hizo furor en los años 70 y que después ha vivido más de una resurrección. El actor hace una exhibición magistral, es todo un artista de esta cosa con dos caras redondas pegadas por el centro y con un largo cordel en medio, que hace subir y bajar la cosa. Como se dice al comienzo del espectáculo, la vida es un péndulo entre el dolor y el tedio. El yoyó de Benito es un reflejo del tedio, de las tardes que no se acaban nunca, bajo el peso de la conciencia y la losa de la vida de provincias. Hace diversas figuras: el perro, la torre Eiffel, el columpio y unas cuantas más con la habilidad de quien combina la potencia del golpe de muñeca y la velocidad que exige la configuración de cada número. Recuerdo que, cuando era pequeño, yo también dominaba este arte. Al menos sabía hacer el perro, un movimiento retráctil muy difícil, y creo recordar que incluso llegué a participar en un campeonato, con un yoyó luminoso.

El trasto que ahora está de moda se llama 'spinner'. Es como una nave espacial en forma de trébol que debes mantener en equilibrio sobre un dedo mientras se hace rodar. Es una tontería colosal pero parece que, mientras juegan, los niños no están pendientes de los móviles. Cada generación tiene sus símbolos o, si lo prefieren, su manera de sobrevivir al tedio.