El Teatro Arnau, ¿el futuro Olimpia de Barcelona?

La ciudad y el país tienen una deuda con la canción: es un bien de interés público

El Arnau languidece en la esquina del Paral·lel y Nou de la Rambla.

El Arnau languidece en la esquina del Paral·lel y Nou de la Rambla.

PERE CAMPS. Director de Barnasants

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Hace poco más de cuatro años, en febrero del 2011, el Ayuntamiento de Barcelona adquirió el Teatro Arnau en el marco de una doble estrategia -según declaraban los responsables municipales de aquel momento-: por un lado, la preservación de uno de los teatros históricos de Barcelona y, por otro, la recuperación del Paral·lel como uno de los principales ejes culturales de la ciudad. Hoy por hoy, la vieja y deteriorada estructura del teatro se esconde detrás de un andamio a la espera de una decisión sobre su futuro.

El Salón Arnau fue edificado por encargo de un empresario del mismo nombre en 1903 por el arquitecto modernista poco conocido Andreu Audet i Puig que, además de convertirse en el arquitecto municipal de Barcelona, se había especializado en teatros y salas de espectáculos (el mismo Apolo, el Eden Concert o el Teatro Onofri, entre ellos).

Entre el Arnau de Barcelona y el Olimpia de París existen algunas conexiones menos curiosas: los dos fueron construidos por empresarios catalanes (en el caso del Olimpia, Josep Oller i Roca, de origen egarense, que también creó el mítico Moulin Rouge), ambos se convirtieron en el templo de las variedades y el music hall de los años 20 del siglo pasado (el Arnau reconvertido oportunamente en el Folies Bergère), en ambos triunfó de forma absoluta Raquel Meller en aquella década prodigiosa. Además, el primer Arnau, de estructura de madera, fue construido en 1894, un año después de la construcción del Olimpia, que también sustituía una estructura de madera anterior. El arquitecto Audet fue el encargado de derribar el Teatro Olimpia construido junto a Arnau ... Y, si en la programación del primer Arnau la canción y la música popular tenían un papel relevante, el Olimpia se convirtió después de la Segunda Guerra Mundial en el templo de la canción de autor. Y en un espacio mítico para la nueva canción a lo largo de los años 60 y 70: Raimon, Llach, Pi de la Serra, Maria del Mar Bonet, el propio Ovidi Montllor que este año reivindicamos, u otro barcelonés, Paco Ibáñez, han grabado allí algunos de sus discos más antológicos.

¿Por qué no terminar de completar la conexión convirtiendo un nuevo teatro Arnau en el espacio de referencia de la canción de autor en Barcelona? La ciudad y el país tienen una deuda con la canción, la cultura catalana tiene una deuda con la canción más allá del reconocimiento y las medallas. La deuda de tratarla como un bien de interés público, como el material sensible que acompaña a la banda sonora de la historia, una amalgama sutil de las mejores músicas y las mejores palabras que explican quiénes somos y qué queremos ser. Y no vale la excusa de supeditar la rehabilitación de Arnau a la existencia de un concurso de proyectos con inversión privada, porque en muchos otros ámbitos culturales (el musical también) existen ejemplos de equipamientos públicos gestionados por instituciones sin ánimo de lucro que cubren espacios considerados de interés público, no comercial.

La experiencia de Barnasants, con medios modestos pero con continuidad y densidad, demuestra que un proyecto de estas características -con la complicidad de los autores, músicos y intérpretes- es perfectamente viable y aporta una oferta cultural complementaria que, de otro modo, tiene grandes dificultades de presencia normalizada en los escenarios convencionales. #LArnauPerLaCançó.

Como dice el eslogan del festival de este año, en palabras del añorado Ovidi Montllor, «ya no nos alimentan migajas, ya queremos el pan entero».

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