Peccata minuta

Taxi 'low cost'

JOAN OLLÉ

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Barcelona, con sus 11.000 licencias, es una ciudad maravillosa para los usuarios del taxi: a la que sales a la calle y levantas la mano se te paran diez. El pasado miércoles, la noche de nuestra ciudad, sin chispeantes lucecitas verdes, ofrecía un aspecto fantasmagórico, como una Navidad sin villancicos. Y es que sus gualdinegros ángeles de la guarda estaban en huelga porque la americana Uber, con sus taxis low cost, amenazan seriamente al gremio del libre, el taxímetro y la bajada de bandera.

Mientras Bruselas aprueba el invento colectivista, los taxistas hablan de competencia desleal, tal vez desconociendo el bífido significado de la palabra. Taxi: ¡a la Real Academia! Y en su diccionario podemos leer que «competencia» es una «situacion de empresas que rivalizan en un mercado ofreciendo o demandando un mismo producto o servicio», pero tambien la «pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo».

La gran pregunta, dejando de lado seguros e impuestos, es si la competencia es competente: ¿dispondrán los neotaxistas de vehiculo y camisa aseados y sin extraños olores? ¿Se pasarán el viaje maldiciendo al alcalde y al bicicletero que les acaba de cerrar el paso? Ya dijo aquel que si todo se dejase en manos de profesionales, solamente las prostitutas tendrían derecho a hacer el amor.

Reinterpretar viejos usos

Las crisis propician cambios radicales (de raíz) e invitan a reinterpretar -o reinventar, como se habla ahora- antiguos usos consagrados por la costumbre. Hace pocos minutos, por ejemplo, he consultado un diccionario sin que me haya costado un céntimo, y de aquí a poco enviaré este texto a destino sin coste de sobre ni sello, lo que debería irritar a libreros y carteros. Es lo que tiene el progreso: la creciente alfabetización de las clases más humildes se llevó al garete el oficio de amanuense y el self service, el de limpiabotas, cuyos últimos mohicanos sobreviven, aún arrodillados a los pies de alguien, en bares de  hoteles de cinco estrellas y cafeterías exclusivas.

Y hablando de competencia desleal, ¿no debería irse el PSOE a la huelga general y no volver en protesta por la súbita irrupción de Podemos, argumentando que el legado de tantos años de experiencia en corrupción y mangoneo no puede ir a parar a manos de unos airados amateurs (en francés: «que aman»)? Por no hablar de la Iglesia, ya que a medida que la razón gana terreno a la fantasía se está quedando sin vocaciones ni feligreses; está ya en situación de que un guardia civil de Barbadillo (Salamanca) haya de oficiar beneméritas misas. Una propuesta alternativa: abordar a los conductores en los semáforos, decirles dónde vamos, y, si les viene de paso, montarnos en su coche y reinventar el autoestop.