tú y yo somos tres

Tata&Simeone: cartas secretas

FERRAN MONEGAL

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Dibujaba ayer en este diario Joan Domènech las peculiaridades de la apasionante final que en breve protagonizarán Barça y Atlético. Analizaba los pros y los contras que tienen ambas escuadras de gladiadores. Era el retrato de cómo llega cada equipo, en qué condiciones, a tan electrizante duelo. En Crackòvia (TV-3) también han hecho su particular dibujo de la situación, y lo han escenificado a partir de los entrenadores. Sacan al Tata Martino (Ivan Labanda) y a Simeone (Jordi Ríos) reunidos mano a mano, frente a frente, sobre el tapete de una mesa  de póquer. Se amenazan mutuamente enseñando su carta secreta. Cada uno intenta amedrentar al otro con su naipe imbatible y glorioso. Para el Tata, además de presumir de tener al gran Messi, su comodín infalible es «¡La magia del Camp Nou!». Por su parte, Simeone saca también su naipe potente y matador. Lo enarbola. Lo arroja con decisión sobre el tapete. Dice: «Esa es mi carta, ¡un par de cojones como dos melones!». Y se quedan ambos entrenadores mirándose a cara de perro. ¡Ahh!  El retrato de Crackòvia plantea la eterna dualidad balompédica: técnica contra fuerza. Dentro de mi colosal ignorancia sobre el tema, no sé si esto se ajusta a la realidad del momento. El Atlético de Simeone ha demostrado una calidad indiscutible. Y el Barça del Tata también tiene 22 potentes güevos: no son eunucos los que van a salir al césped.

SANDRO REY EN REMOJO .- Una de las grandes bazas del nuevo ¡Mira quién salta! (T-5) es el pintoresco vidente Sandro Rey. Sobre él ha depositado grandes esperanzas la cadena. Le pintan el cuerpo simulando ser tatuajes, en lugar de bañador le ponen taparrabos, y en la edición de esta semana le subieron al trampolín amortajado con una sábana, como si fuera la criatura del doctor Frankenstein. A pesar de los esfuerzos, el programa no chuta. Hace unas audiencias muy flojas. Deberían cambiar de estrategia. Sandro no debería lanzarse a la piscina. Debería quedarse arriba, en el trampolín, y desde allí ejecutar el número por el que se ha hecho famoso: contestar al teléfono, adivinar cosas y repartir bendiciones desde lo alto de la plataforma. Lanzar a la palangana a un vidente, y dejarlo deambulando remojado, no es serio. Pierde credibilidad. Su fuerte no es la postura de la rana, sino el arte surrealista de la adivinación. Ahí es donde consigue de verdad su gran número cómico.