Tarjetas para jetas

FRANCISCO JAVIER ZUDAIRE

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Es como si no existiéramos, ellos roban y roban sin pararse a pensar en que los pueden pillar. No tienen miedo, ¿por qué será?

Sólo un nuevo san Virila, llegado de su largo ensimismamiento, podría sorprenderse del este nuevo escándalo de las tarjetas negras. Nos tienen tan bien acostumbrados al robo y la rapiña, que difícilmente nos vamos a dar a los aspavientos, y mucho menos sabiendo que nuestra única salida es la impotencia frente a una justicia tibia y a un Gobierno salpicado de porquería por la vía de su partido.

Una caja de ahorros, Caja Madrid, vuelve a demostrar que estas entidades, marcadas por la obligación de contribuir al bienestar social, no pasaban de ser en su última etapa unos cotos elitistas, con invitados proletarios (siente a un pobre en su mesa), a mayor gloria del beneficio y confort de consejeros y allegados. Lo de Bankia es una burla más al contribuyente, que pagó la generosa inyección de reflotamiento al tiempo que estos desahogados se daban a la bebida, la comida y la juerga en general, sin poner un céntimo de sus jugosos sueldazos. Mientras usted madrugaba para ir a trabajar o hacía cola en el Inem, ellos gastaban sin consuelo el dinero de todos. Y todavía no hay ni uno en la cárcel: ni está ni se le espera.

No es éste el gran pastel de la corrupción en términos matemáticos, pero sí puede calificarse como la guinda putrefacta de la tarta de mierda con que cada día nos desayunamos. Es el despilfarro obsceno y la mofa contra las gentes que viven la crisis a diario, algunas sin tener para comer y otras haciendo malabares en el intento de llegar vivos a fin de mes. Es el escarnio a un sistema que nació democrático y se ha ido pudriendo porque muchos de sus garantes están podridos, bien por comisión, bien por omisión.

Hay que ver para creer esa lista de sinvergüenzas, donde están representados los ricos, los sindicalistas, la patronal, los partidos políticos, alguno predicador a ultranza de la justicia social…, es esa lista como el indicador de que la mancha ha traspasado ya el mantel y se está comiendo la mesa de roble, el sostén del tinglado.

Nos gustaría ver un Gobierno fuerte y enérgico, enfrentado a sus propias miserias y al hurto sistemático, venga de donde venga, y a cambio presenciamos dejadez, falta de nervio y de reflejos, y caemos en la sospecha de que somos los únicos que estamos fuera del negocio porque sólo somos votos y declaraciones de la renta y, para lo demás, que nos den por el culo.

Tomen nota.