Anlisis

El talento de Mr. Rajoy

El líder del PP deberá aparentar ser quien no es y eliminar a quienes le ayudaron a triunfar

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ANTÓN LOSADA

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Una tras otra van cayendo las líneas de defensa frente a la corrupción trazadas por Mariano Rajoy, el estratega que nunca estuvo allí. Ya nadie sostiene en serio la teoría de las manzanas podridas, ante la evidencia de la extensión y el número de casos que apuntan a la corrupción como la normalidad institucionalizada en el Partido Popular, no como una excepción que debería haber combatido mejor.

La proclamación ofendida de hallarnos ante «tramas contra el PP lideradas por gente que no es del PP» se derrumba ante la constatación de que barones hasta ayer incontestables acaban el día durmiendo en ese ahora elitista módulo de la cárcel de Soto del Real. El truco del victimismo ya no funciona. Cada vez que algún portavoz popular intenta hacerse la víctima para capear el penúltimo escándalo, o acaba pretendiendo que llora como Esperanza Aguirre o se convierte en un meme para el resto de su carrera política.

Repetir que la corrupción es cosa del pasado y que los corruptos ya no pertenecen al partido se ha convertido en la última línea maginot de los populares. Cuando los autos judiciales la crucen, ya no quedará donde parapetarse. La coartada del pasado funcionó perfectamente para la Gürtel, en parte gracias a la gran ventaja de disponer de alguien tan antipático como José María Aznar para echarle la culpa de todo. Sin embargo, empieza a dar señales de desgaste y debilidad bajo el fuego a discreción provocado por la Púnica o la operación Lezo, pruebas inmediatas y demoledoras de un expolio voraz ejecutado durante los años más duros de recortes, despidos y desahucios.

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Lo peor de todo es que la mayoría sabe que no ha acabado. El miedo guardará la viña, pero no los partidos políticos. Todos los dirigentes del PP repasan estos días sus conversaciones telefónicas, temblando ante la posibilidad de haber sido grabados. Nadie sabe en qué despacho entrará mañana la Guardia Civil o a quién pondrán las esposas los agentes. Militantes y votantes del PP empiezan a presentar síntomas claros de agotamiento, exhaustos por el esfuerzo de defender a los suyos a diario, en casa, en el trabajo o en el bar, por un caso diferente y más escandaloso que el anterior.

UNA CARRERA DE RATAS

Cuando la corrupción se ha institucionalizado como forma de gobernar las instituciones y el partido, no existe corte posible con el pasado porque la riada de escándalos acaba arrastrando el presente. Los esfuerzos de Cristina Cifuentes para presentarse como la Juana de Arco que mató al dragón del saqueo en Madrid tropiezan con su incapacidad para destituir a la diputada hermana de Ignacio González por conspirar para evitar la acción de la policía. Como le sucede a Rajoy, ambos estaban allí mientras presentaban a los saqueadores como ejemplo. Ambos deben medir con cautela extrema qué cabezas cortar para que no cunda el pánico y empiece una carrera de ratas en el partido. A ambos les paraliza el miedo a desencadenar una sucesión de catastróficas desdichas que nadie sabe dónde acabará y a quién podría llevarse por delante.

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La corrupción representa hoy la única amenaza real en el futuro de un presidente Rajoy que va a aprobar sus primeros Presupuestos en minoría. Para evitarlo, deberá emular la frialdad y el cinismo del personaje de la famosa novela de Patricia Highsmith. Como mister Ripley, deberá aparentar ser quien no es mientras se deshace de los mismos que le ayudaron a triunfar. Por suerte para él, la debilidad y la miopía de todos los partidos de la oposición juegan completamente a su favor.