Al contrataque

¡Tachán. Ya no hay paro!

Xavier Sardà

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No he reflexionado ni estoy indeciso. Tampoco soy de los no sabe/no contesta, que son gente a la que siempre imagino con prisa y como escaqueándose del pobre encuestador. Debería haber el subgrupo alucinadillos, en el que creo que podríamos sentirnos cómodos. De hecho, los políticos invocan nuestra candidez y ya decían los clásicos que «dejarse engañar es de sabio».

Los electores tienen una gran paciencia, que sobrellevan con relativa calma. Son tantas las ofertas, que el comprador se lo piensa simulando una duda sustantiva. Aceptamos la parte teatral de las campañas como una tradición con calderilla filosófica. Intento que la felicidad ajena entre por mis poros, pero me cuesta. Envidio, por ejemplo, la alegría de Mariano Rajoy en relación con el paro. Es genial. A pesar de los pesares, su vida es bella.

Cuando Rajoy se pregunta quién habla hoy del paro, demuestra una fe inquebrantable en su capacidad de cambiar la realidad. La suya es una fe firme e inexpugnable que se adelanta a los acontecimientos. Él sabe que el paro es la principal preocupación de los españoles, según las propias encuestas públicas, pero se adelanta y ya está. En Pamplona, Rajoy hizo un auténtico regreso al futuro en el que ya no habría paro. 

Imagino a Rajoy en la película de Zemeckis, despeinado como Christopher Lloyd y viajando a épocas venideras donde ya nadie habla del paro.

Imagino a Rajoy como a David Copperfield. Si en 1983 el mago americano hizo desaparecer la Estatua de la Libertad de Nueva York y si en sus espectáculos desaparece un nutrido grupo de personas, ¿por qué el gran Mariano no puede hacer desaparecer a los parados? Es más, ya no están en su mente. En su pensamiento, los parados se han volatilizado, se han evaporado... Están ya como vaporizados. Magia.

Ver e imaginar

Otra posibilidad. Imagino a Rajoy como paciente. Los experimentos tomográficos en neurología han comprobado algo aparentemente descabellado: cuando vemos un determinado objeto, se genera actividad en ciertas partes de nuestro cerebro... Pero, ¡ojo!, cuando el sujeto cierra los ojos y lo imagina, la actividad cerebral es idéntica. Entonces, si el cerebro refleja la misma actividad cuando ve que cuando siente, ¿cuál es la realidad? La respuesta es que el cerebro no hace diferencias entre lo que ve y lo que imagina, y viceversa.Vamos, que para el paciente Mariano puede que no haya paro en realidad. Es más, no lo hay.

He disfrutado leyendo El impostor de Cercas sobre las verdades y mentiras de Enric Marco: «Embaucar a miles de personas haciéndoles creer que era quien en realidad no era, que existió aquello que en realidad no existió, y que es verdad aquello que en realidad es mentira». A votar, que son cuatro... ¡años!