El 'sursaut' de la derecha y el centro francés

El análisis que se hace en Francia de lo que ha ocurrido este fin de semana es la de una apuesta ganadora por partida triple: participación, orgullo y reconciliación

François Fillon.

François Fillon. / Gonzalo Fuentes

Dídac Gutiérrez-Peris

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La derecha y el centro francés han decidido organizar por primera vez unas primarias abiertas con un claro objetivo: pasar página de la guerra fratricida que libraron François Fillon y Jean-François Copé por el liderazgo de la UMP en 2012. Fue el momento más bajo de la formación, desconcertada después de la derrota de Nicolas Sarkozy contra Hollande. Ese año el escrutinio entre los militantes se saldó con un fracaso estrepitoso y la noche del 18 de noviembre de 2012 casi se lleva por delante al partido entero. Esa noche los dos candidatos se proclamaron vencedores y Fillon se enzarzó en una batalla interna y judicial de más de 10 meses denunciando irregularidades y votos mal contados. Fue tal la debacle que Sarkozy pudo desdecirse y volver a la política esgrimiendo la fuerza mayor de la supervivencia. “Vuelvo para reconstruir nuestra familia”, dijo el expresidente, al mismo tiempo que se deshizo de una dirección desacreditada, mantuvo a regañadientes la idea de primarias abiertas y le hizo un lifting al partido con el nuevo nombre de “Les Républicains”. En ese sentido, la crisis de 2012 desmanteló la marca ‘UMP’, lastrada no solo por ese enfrentamiento, si no también por el affaire judicial Bygmalion que todavía hoy hace planear sobre el equipo Sarkozy la acusación de haber superado ilegalmente los límites de financiación para la campaña presidencial.

En ese contexto la primera ronda de las primarias tenía que ilustrar el ‘sursaut’ conservador, el sobresalto con la vista ya puesta en las elecciones presidenciales y las legislativas del año que viene. El análisis que se hace en Francia de lo que ha ocurrido este fin de semana es la de una apuesta ganadora por partida triple: participación, orgullo y reconciliación.

En cuanto a la participación, algo más de 4 millones de electores se han movilizado, cerca del 10% de todo el electorado francés. La cifra ha superado ampliamente las expectativas del comité organizador, con colas de hora y media en muchas de las 10 228 mesas repartidas por el territorio. Las condiciones para votar eran pagar dos euros (que se destinan a financiar la campaña del futuro candidato), y firmar una declaración de adhesión a ‘los principios de la derecha y del centro republicanos’ comprometiéndose con la ‘alternancia en 2017’. Han podido influir en el nivel de participación factores específicos como la novedad, la impopularidad del gobierno actual, la fuerte audiencia durante los tres debates a siete o el carácter abierto del voto. En ese sentido es difícil valorar la participación de forma comparada, aunque la cifra de 4 millones está lejos de los 2,6 millones que movilizó el Partido Socialista francés en 2011 para sus primarias abiertas, o los 2,8 millones de electores que movilizó el PD italiano en 2013 en un ejercicio similar.

El segundo rasgo ha sido la movilización ciudadana, con más de 90.000 voluntarios, unas reglas estrictas para evitar nuevos posibles fraudes, y muchos electores con ganas de demostrar un compromiso asumido, haciendo cola en un día particularmente lluvioso y frío. A diferencia de 2012, el partido ha elegido un comité organizador independiente presidido por Anne Levade, Presidenta de la Asociación Francesa de Derecho Constitucional. El hecho de volver a sentirse ‘orgulloso’ de pertenecer a una corriente política capaz de organizar un ejercicio democrático así era claramente una prioridad.

Finalmente, la reconciliación y el rassemblement. El éxito popular de las primarias puede haber tenido un impacto importante en los movimientos internos que han seguido los resultados. Nicolas Sarkozy ha aprovechado la oportunidad para atribuirse gran parte del mérito y poder así digerir una derrota que sabe a bofetada. El propio expresidente, junto con Kosciusko-Morizet, Le Maire, Poisson y Copé se han mostrado dispuestos a trabajar para el ‘ganador’ más allá de tener cada uno su favorito, lo que denota cierta voluntad de evitar el mercadeo de apoyos de aquí a la segunda vuelta.

En resumen, a falta de ver cómo se desarrollan los próximos siete días, la derecha y el centro francés ha logrado dos objetivos que hasta hace unos meses parecían inalcanzables. Primero, fomentar un debate político propio a escala nacional mostrando su capacidad de discutirle el papel de oposición al Front National. Segundo, llevar a la práctica lo que los sondeos llevaban meses diciendo: los franceses quieren evitar que 2017 sea la reválida entre Sarkozy y Hollande. En ese sentido, tal vez la batalla de los expresidentes que esperaban todos, se acabe convirtiendo en la batalla de los exprimer ministros. Con Fillon por un lado y con Valls por el otro, ya sea con o sin el permiso de su jefe.