Dos miradas

El Sur

La bandera de la Confederación aún es para muchos el símbolo de una determinada manera de contemplar la vida

JOSEP MARIA FONALLERAS

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La bandera de la Confederación -la cruz de San Andrés con estrellas sobre un fondo rojo- aún es, para mucha gente (no necesariamente sospechosa de racismo o de culto a la supremacía blanca), el símbolo de una determinada manera de contemplar la vida, más sosegada, más rural, más independiente, menos ligada a la modernidad y a sus pecaminosas intenciones. Una bandera que refleja un cierto código de honor, como hemos visto en muchas películas, algo parecido al romanticismo de quien luchó y perdió.

He dicho «aún es» y debería haber escrito «era», porque el atentado de Charleston, protagonizado por un fanático de la bandera del Sur, ha hecho cambiar la opinión de unos cuantos para quienes «el romanticismo muere cuando los símbolos acaban yendo a parar a la trinchera de los malos». Me hace este comentario un amigo que participa del cromatismo y del significado histórico de la enseña y que rechaza tanto la identificación definitiva del símbolo con la violencia de extrema derecha como la pulcritud política de quien incluso quiere desterrarla de los juegos de mesa. Me enseña una reflexión de un joven norteamericano, de Alabama, que «había sido miembro de la subcultura enferma y vil» y reconoce que «el significado de los símbolos es fluido» y que la bandera del Sur no es «patrimonio o herencia, sino reflejo del odio». O aún más. Como dijo Obama, la causa que dio a luz la bandera, ayer y hoy, «era la idea equivocada».