Superposición

Ernest Folch

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El fin de CiU nos hace viajar, como una revelación, hacia nuestro propio futuro. En la zona cero de la política catalana, embelesados con nuestra propia perspectiva histórica, nos hemos olvidado del presente, que no es más que una campaña electoral mucho más tradicional de lo que debería ser. Es así como deben analizarse los relevos en el Govern, sin ningún valor de gestión a pocas semanas de llegar a la meta. Cambios que no sirven para nada pero que lo explican todo. Y que además contienen mensajes por omisión: una vez más, se rechazó la propuesta de ERC de entrar en el Govern en el momento en que era más fácil predicar con el ejemplo de la unidad que se dice querer pero que en realidad nadie termina de ejercer. Y es que la verdadera despechada no es Unió, que ya estaba descontada, sino ERC, que asiste atónita al nuevo y espectacular cambio de piel de su rival político. Para certificar la opa hostil de CDC a ERC se eleva a vicepresidenta a una prestigiosa Neus Munté afiliada nada más y nada menos que a UGT, consciente Mas de cuál es su eterno flanco débil. Por todo ello, sorprende que Junqueras haya anunciado una aparatosa Aliança per a la República Catalana en clara respuesta a la lista con el president, reestilizada tras este súbito y nada ingenuo cambio de preposición. Aunque parezca mentira, ERC renuncia así a hacerse fuerte en sus propias siglas, quizá las únicas sanas del panorama político catalán. Quizá aturullado por la aceleración histórica, Junqueras parece haber olvidado que él se benefició durante mucho tiempo de ser el original de la copia: por eso cuestan de entender esos esfuerzos para ser ahora la copia del original de las listas sin siglas.

Movimientos debajo de la mesa

Dice todo el mundo que en la política catalana ha implosionado el tradicional sistema de partidos. Pero en realidad, más que una implosión se ha producido una espectacular superposición: sin el lastre de Duran y con la lección de la socialdemocracia bien aprendida, la nueva CDC diluida en su propio presidente se dispone a competir exactamente en el mismo terreno que ERC. Todos estos últimos movimientos sirven para entender que mientras oímos discursos llenos de grandilocuencias históricas se realizan por debajo de la mesa calculados movimientos de ajedrez, evidentemente partidistas, que esconden la gran batalla que se está dirimiendo en estos momentos en Catalunya. Por algo Mas intenta atraer descaradamente a las entidades soberanistas, incluso a costa de romperlas. Bajo las soflamas, se dirime la gran batalla por el poder. Porque el 27-S no decidirá nada definitivo sobre el procés excepto un factor decisivo: quién lo lidera. Es imposible que retrocedamos a la casilla de salida y es utópico que lleguemos ahora a Ítaca: lo que va a resolverse es quién y cómo pilota la nave. Y los dos candidatos a pilotarla están uno encima del otro. Superpuestos.